lunes, 19 de febrero de 2007

Anoche. JOP.



Anoche, por cuarta noche consecutiva me fue muy difícil conciliar el sueño. Este mail fue pergeñado entre las cuatro y las cinco de la mañana, tiempo que pasé mirando a través de la ventana y reflexionando mucho.
Voy a hacer todo lo posible para hablarte de mí y elijo este medio distante e impersonal porque me sería fácilmente imposible expresarte lo que estuve pensando teniéndote enfrente, acariciándote y dándote o recibiendo tus besos, o escuchándote narrar cosas de tu vida con ese estilo tan cálido que hace que sea prácticamente imposible abstraerse de las modulaciones de tu voz, de tu mirada, de la disposición general de tu cuerpo.
No nos engañemos; el nivel de entrega que tuvimos el lunes no sólo fue el resultado de un buen encuentro sexual producto de excitación acumulada. Ayer mientras charlábamos tuve la confirmación de algo que me parece fundamental e ineludible: no me sos indiferente. ¿Flechazo? Quizás, es muy posible. Pero mientras hablábamos tendidos en la cama y la luz de la calle iluminaba tu mirada triste y cansada, y escuchaba tus anhelos e ilusiones, tus proyectos, tus ganas de compartir tus sueños con alguien, tuve la sensación clara de que, como dijiste antes de irte, estamos cortados con la misma tijera para el amor.
Pero hay una realidad, para esos proyectos, para concretar tus “esencialidades”, yo no aparezco en tu horizonte y, como agregado, -también, como quien no quiere la cosa, pasaste claramente el aviso-, la diferencia de edad es un obstáculo.
Pero hay otro punto que es mucho más esencial: quizás a vos no te pasa lo mismo que a mí. Y si bien tengo claro que la constante necesidad tuya de ponernos un freno y de tener mucho cuidado con este “me caes bien” que fue lo más discreto que puede expresarte, da cuenta de que algo también se movilizó en vos, también es más que claro, porque tuviste la generosidad de manifestarlo por cuidado para los dos, de que tus objetivos e intereses están puestos en otro lugar. Percibo que ni siquiera está entre tus planteos (tus X de la ecuación, según tus propia expresión) la posibilidad de dejarte llevar y ver adónde conduce todo esto. ¿Será que me sobra coraje y es escaso de tu lado, o estoy confundiéndolo todo y ya casi ni puedo pensar con claridad? ¿Estaré perdiendo la cabeza?
Pero no quiero irme por las ramas porque este mail era para hablarte de mí. Me hubiera encantado que hubieras aceptado mi invitación para pasar la noche conmigo y cuidarte si comenzabas a no sentirte bien. Ese incipiente resfrío ameritaba de mis cuidados. Pero tu reacción casi automática de levantarte como si te hubieran dado un piquete eléctrico, también fue un claro indicador de que no ibas a tolerar que insistiera sobre el asunto y que era una decisión tomada. Por eso me parece que la pregunta del millón, es ¿Para qué? ¿Para qué seguir tentando al demonio, si no hay siquiera la perspectiva planteada como posibilidad remota de, relajadamente, ver hacia dónde puede ir todo esto? Y percibo tanto temor en vos por todo lo que pueda pasar, tanto temor a lastimar y salir lastimado... En esas condiciones, sí me parece que estaríamos jugando con fuego con un alto riesgo de terminar escaldados.
¿Me estaré poniendo realmente viejo y la necesidad de cierto monto de emociones me lleve a convertirme en alguien tan patético que, a mi edad, termine confiándole a un casi adolescente los sentimientos que me inundan, o mejor, los sentimientos que una borrascosa tarde de placer desencadenó en mí? ¿Estaré tan adormilado que, de pronto, la entrega incondicional de alguien por un rato nada más, por calentura, por deseo insatisfecho, o por simple frustración, me lleve a confundir mis emociones al punto de sentirme atravesado de parte a parte por aquellas caricias, por aquel aliento agitado, por el aroma incondicional y efímero del sexo? Si no te hubieras entregado tanto aquella tarde...
Obviamente todo esto no empece a que podamos juntarnos a charlar cuantas veces quieras. La confianza que se generó desde un primer momento, me parece que abre la puerta a que, cuando tengas la necesidad de hacerlo, cuentes conmigo para contarme tus cosas. No te sientas mal ni dudes en proponerlo. Creo que estos días he dado fiel testimonio de que mi interés por vos iba más allá de lo que sucediera entre nosotros. Por eso quiero que tengas claro que PODES CONTAR CONMIGO para cuando lo necesites y que lo que dejo planteado en gran parte de este mail, no resulte un impedimento para ello en el futuro.
Con la mayor sinceridad de la que soy titular en este momento, no por el interés de esconder algo sino por la incapacidad para pensar con claridad, hasta aquí llego.
Te envío un fuerte abrazo.
Tuyo siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuantas cosas podemos expresar, aunque el miedo no nos deje hacerlo de manera directa con el destinatario, no sé quien es ese (destinatario) pero es válido, porque evidentemente no podes guardártelo...
Por el encuentro...
¿te acordás?