martes, 30 de diciembre de 2008

Pensamiento crítico, coraje y memoria...


Entrevista que Oriana Falacci realizó al General Galtieri para la extinta revista "Cambio 16"

Oriana Fallaci: Presidente Galtieri, cuando Ud. piensa en lo que organizado, y aludo a los centenares de jóvenes que han muerto en combate, a los centenares que pueden todavía morir, soldados de reemplazo, marineros imberbes, pilotos en la flor de su edad, y aludo también al nuevo detonador de la tercera guerra mundial que se ha encendido en esta parte del planeta, y como si todavía no fuera suficiente en el Oriente Medio y el Golfo Pérsico sobre los que temblar, también tenemos el Atlántico Sur, ¡maldición!, dígame, ¿no le sucede nunca preguntarse si valía la pena, decirse -a lo mejor- hemos cometido un error, en una palabra Ud. no se arrepiente jamás?

Leopoldo Galtieri: No, señora periodista. No.

Oriana Fallaci: ¿No? Sin embargo, aparte de lo que he dicho, no me parece que Ud. tenga muchos motivos para estar satisfecho. No obstante consignas triunfalistas que propala vuestra televisión al país junto a las marchas guerreras, "venceremos", "vamos a vencer", "ganaremos en todos los frentes", ha llegado para Ud. el momento de pronunciar la palabra que aquí ninguno quiere pronunciar: derrota.

Leopoldo Galtieri: No señora periodista. Yo soy mucho más optimista que Ud. Ni aunque cayera Puerto Argentino me preguntaría si valía la pena haber hecho aquello que he hecho, y todavía menos diría haber cometido un error. ¿Recuerda cuando en la Segunda Guerra Mundial los ingleses fueron derrotados en Dunkerque? Bien, en 1945 estaban en Berlín. En otras palabras, ni aún la caída de Puerto Argentino significaría el fin del conflicto y nuestra derrota: cualquier argentino se lo diría. Señora periodista: hace 149 años que los argentinos denunciaron la agresión cometida por los ingleses en 1833 cuando nos robaron las islas, y son 17 años que intentamos recuperarlas por las vías diplomáticas o sea al revés de las Naciones Unidas. Si el 2 de abril no las hubiéramos recuperado militarmente, lo mismo habría sucedido en abril o en mayo o en junio del próximo año, o en uno de los próximos años. La colonización inglesa no podía continuar.

Oriana Fallaci: No comprendo, ¿por qué habla de colonización? ¿Los 1.800 habitantes de las Falklands, perdón, las Malvinas, no era y son ciudadanos británicos? ¿A quién colonizan entonces los ingleses: a las ovejas, a los pingüinos?

Leopoldo Galtieri: Son todos británicos porque allá los ingleses no han permitido jamás a los argentinos comprar un pedazo de terreno, abrir un negocio, tener un comercio, en suma establecer su propia presencia. Si voy a Roma y tengo el dinero para comprarme un apartamento, un negocio, o sea establecerme, las autoridades italianas me lo permiten. Los ingleses, por el contrario, no. Siempre han mantenido esas islas como una hacienda personal y no nos han permitido jamás poner un pie allí, señora periodista.

Oriana Fallaci: Señor presidente, con todo el territorio que tenéis, esta bella tierra, este terreno fértil, esas costas inundadas de sol, es un poco difícil entender por qué se intentaría comprar un pedazo de tierra sobre dos islotes desolados y desiertos, donde nadie quiere vivir, fuera de los pingüinos, las ovejas y los 1.800 ingleses habituados al frío y a la niebla. Pero hablando de colonización, ¿Ud. es italiano, verdad?

Leopoldo Galtieri: Si, señora periodista, desciendo de italianos. Mis abuelos eran italianos. Mi abuelo de Génova y mi abuela de Calabria. Vinieron aquí con las oleadas de inmigrantes que se produjeron al comienzo de siglo. Eran obreros pobres, pronto hicieron fortuna.

Oriana Fallaci: Entonces, también ellos eran colonizadores. Como todos los argentinos, por otra parte, este país no pertenecía a los españoles, a los italianos, a los alemanes, a los franceses, a los ingleses, en suma, a los europeos, a los blancos que vinieron aquí y masacraron a los nativos hasta la última tribu como no sucedió siquiera en América del Norte, donde todavía hay, por lo menos, algunos pieles rojas. ¿Entonces, de qué se escandaliza? ¿Por qué define como colonias a las Falklands, perdón, las Malvinas?

Leopoldo Galtieri: Señora periodista, no retrocedamos tanto en el pasado. Analicemos las cosas como estaban en 1833, cuando los ingleses invadieron las Malvinas. Observe dónde están situadas las islas, cómo la plataforma submarina se extiende sobre aquella área y une la tierra firme con las islas y verá fácilmente la correlación natural que existe entre ellas y la costa argentina. Quiero decir no sólo históricamente sino también geográficamente, las Malvinas nos pertenecen, deben ser nuestras y nuestras serán.

Oriana Fallaci: Señor presidente, yo sé que aquí los niños crecen aprendiendo que el verdadero nombre de las Falklands es Malvinas, y que las Malvinas son argentinas. Sin embargo, ninguno de sus predecesores se atrevió a la ocupación que Ud. ordenó hace dos meses. De ahí la pregunta que se formulan todos: ¿por qué Galtieri ha hecho aquello que otros no hicieron, ni intentaron, ni pensaron? ¿Cuál era la necesidad imperiosa, al deseo vital, de provocar una guerra?

Leopoldo Galtieri: Un suceso fortuito, señora periodista, algo que sucedió durante el mes de marzo en la Georgia del Sur, más exactamente en la isla de San Pedro cuando 40 argentinos de una empresa privada viajaron allí con un contrato aceptado por los ingleses, para realizar algunos trabajos. Apenas comenzaron los trabajos, el embajador británico envió una nota a nuestro ministerio de Relaciones Exteriores, advirtiendo que si los 40 argentinos no se retiraban de inmediato con sus naves, serían expulsados por la fuerza. O sea expulsados a bordo de naves británicas. Bien, aquel fue más que una demostración del rechazo inglés por negociar, discutir. Fue la gota que hizo desbordar el vaso.

Oriana Fallaci: ¿O fue simple pretexto, quizás prefabricado, dado que el episodio incluye el haber izado una bandera argentina en la isla San Pedro por aquellos 40 obreros? Señor presidente, los pretextos pueden ser usados o ignorados. ¿Ud. lo utilizó porque ya estaba decidido a intervenir militarmente? Le formulo mi pregunta. ¿Cuándo se le puso en la cabeza que reocupar aquellas islas era una necesidad imperiosa, un deseo vital? ¿Cuando fue investido presidente, quizás?

Leopoldo Galtieri: No, no. Siempre tuve esa preocupación. No obsesivamente como Ud. insinúa. Pero constante. En realidad, no sólo como presidente sino también como comandante en jefe de las fuerzas armadas, o sea antes de ser presidente, repetía que no se podía acusar a los argentinos de haber demostrado impaciencia o falta de prudencia. Y dado que las negociaciones no habían servido de nada, era necesario encontrar otra vía de salida.

Oriana Fallaci: Continúo sin entender, señor presidente. Pero además de aquella plataforma submarina, ¿qué es lo que seduce tanto en esos islotes? ¿Qué hay, oro o petróleo? Dicen que es el petróleo y que las aguas pululan de quisquillas, que son riquísimas para comer, si bien me parece un poco increíble que haga la guerra por las quisquillas? ¿O quizás en la posición estratégica que podría llegar a ser ventajosa, militar y económicamente, el día que el Canal de Panamá cierre el paso a los intrusos?

Leopoldo Galtieri: ¿Por qué no le hace esa pregunta a la Sra. Thatcher que por esas islas ha perdido la mitad de su flota y está causando muerte a nosotros y a su pueblo?

Oriana Fallaci: Ahora se lo pregunto a Ud. señor presidente.

Leopoldo Galtieri: Señora periodista, existe un sentimiento. No el oro, no el petróleo, no la posición estratégica: el sentimiento de la nación argentina desde 1833. ¿Ud. no cree en el sentimiento del pueblo?

Oriana Fallaci: Yo creo que hablar de sentimientos del pueblo, desgraciadamente, encubre, casi siempre, verdades menos nobles: intereses políticos, intereses económicos, intereses militares o, más directamente, los intereses personales de quien manda. Por lo tanto le pregunto: ¿no podría ocurrir que aquellos islotes representaran a sus ojos un medio fácil para unir a un país dividido e infeliz, hacerlo olvidar una inflación que es tan irrefrenable como grotesca, y una deuda externa monstruosa, que hoy asciende a 36.000 millones de dólares, o sea del fracaso político y económico del régimen militar que Ud. representa?

Leopoldo Galtieri: Señora periodista, acepto su razonamiento porque Ud. es una periodista, señora periodista. De otra manera, no le permitiría que me dijera estas cosas, se lo aseguro. Porque ofenden mis principios, mi buen nombre, mi carrera militar, todo aquello que yo he protegido más que mi propia vida. Jamás he hecho un cálculo frío como del que Ud. me acusa, jamás. La deuda externa de 36.000 millones de dólares y la inflación galopante no tiene nada que ver con las Malvinas. Es más, puedo asegurarle la inflación aumentará debido a los gastos bélicos. Es verdad que las Malvinas han servido para unir a los argentinos, pero la idea de obtener esto a través de la guerra jamás ha cruzado mi mente, se lo juro.

Oriana Fallaci: Bien, pero muchos otros han tenido tal idea. La historia enseña que cuando las cosas van mal en una sociedad, en un país, aquellos que están en el poder hacen la guerra: así el pueblo se excita completamente y olvida los fracasos, los golpes, los crímenes de quienes gobiernan. En 1940 Mussolini entró en guerra por estas razones, no sólo por su megalomanía. ¿A propósito, también esta comparación le ofende?

Leopoldo Galtieri: Sí señora periodista. Me ofende mucho.

Oriana Fallaci: Menos mal. Pero si no hubo cálculo frío, señor presidente, ha habido errores de cálculo. ¿O debería decir ilusiones? Para comenzar, la ilusión de que Inglaterra no reaccionaría, no enviaría su flota tan lejos de casa. ¿O me equivoco?

Leopoldo Galtieri: No. Le diré que, si bien una reacción inglesa me pareció posible, no creíamos que la Gran Bretaña se movilizaría por las Malvinas. Quiero decir que no nos parecía un hecho probable. Personalmente juzgaba escasamente posible una respuesta inglesa y absolutamente improbable: imagínese si esperaba esta reacción tan desmesurada, desproporcionada. No lo esperaba nadie. Me digo ¿por qué un país situado en el corazón de Europa debía afectarse tanto por dos islas ubicadas aquí abajo en el Océano Atlántico y que no le sirven para nada? Me parece algo que carece de sentido.

Oriana Fallaci: ¿Pero señor presidente, sus diplomáticos, no le advirtieron que la Thatcher iba a reaccionar como lo hizo? ¿O es que, perdóneme Ud. el paréntesis un poco frívolo, Ud. fue motivado por la idea que una mujer no iba a entrar en guerra? Porque en tan caso, debo recordarle que Indira Gandhi y Golda Mier han aceptado sin dudar sus guerras. Y las ganaron.

Leopoldo Galtieri: No, no. Le aseguro que jamás me ha influenciado ningún machismo latino. Por otra parte, si dijere lo contrario, la ofendería también a Ud. señora periodista.

Oriana Fallaci: Bien, se lo preguntaba pensando en los insultos prehistóricos y las imbecilidades que la prensa argentina dedica a la señora Thatcher: "cerebro de gallina", "vete a tejer calcetas", "vuelve a la cocina", etc. Y me preguntaba si acaso Ud. compartía tales expresiones.

Leopoldo Galtieri: La prensa puede decir lo que quiera, y además ya sabe que el humorismo como la caricatura es una característica del temperamento latino. Como habrá notado, sin embargo, el presidente de la nación Leopoldo Galtieri no se ha expresado jamás irrespetuosamente de la señora Thatcher. Y lo mismo los miembros de su gobierno. En cuanto a mi juicio de la señora Thatcher es muy simple: creo que está políticamente inadecuada al momento histórico que vive la humanidad. Digo esto como primer ministro, no como mujer.

Oriana Fallaci: Tampoco la Sra. Thatcher tiene una alta opinión sobre Ud., señor presidente. Lo define como un tirano fascista. Pero ocupémonos de otro cálculo equivocado: la ilusión de que los Estados Unidos no apoyarían a Gran Bretaña. Comprendo la amargura, y también la rabia que tiene contra los norteamericanos, ¿pero no sabía que la Gran Bretaña es uno de los miembros más importantes de la OTAN?

Leopoldo Galtieri: Señora periodista, la diferencia en América del Sur y América del Norte es que los sudamericanos se consideran parte integrante del continente americano, y por el contrario los norteamericanos se consideran pertenecientes a otro hemisferio, el hemisferio norte. Sí, hay una profunda amargura en mí. Una tremenda desilusión. Porque los norteamericanos saben muy bien que, también como comandante en jefe del Ejército, es decir antes de ser presidente, yo he intentado por todos los medios de mantener buenas relaciones con su gobierno, de restablecer una comprensión recíproca, que durante el gobierno de Carter había llegado a faltar. Dada la importancia que el continente americano tiene en la estrategia global, y esto no es sólo en el presente, sino también en el futuro, estos vínculos con nosotros eran para ellos más que indispensables, y debo decir que las relaciones personales que había establecido con el gobierno de Reagan eran excelentes. Nos entendíamos bien los norteamericanos y yo, y debíamos hacer muchas cosas juntos en el continente. Y por eso cuando el señor Haig se ofreció como mediador lo acepté sin duda... y bien, no esperaba su aprobación, no esperaba su apoyo, pero estaba seguro de que comportaría con equilibrio y neutralidad. No esperaba que se aliara con los ingleses utilizando el pretexto de no poder llegar a un acuerdo entre las dos partes. No me esperaba tampoco que el señor Reagan se uniera al señor Haig junto con todo su equipo. Tanto para mí como para el pueblo argentino, la actitud de los norteamericanos se define en una palabra: Traición.

Oriana Fallaci: Señor presidente, una traición tiene lugar cuando existe una promesa, un compromiso. ¿Existía una promesa de parte norteamericana, un compromiso?

Leopoldo Galtieri: El compromiso era asistir a las dos partes y no sólo a una de las dos. Esto entiendo por equilibrio, neutralidad.

Oriana Fallaci: Podría explicarse mejor, porque una de las acusaciones que se formulan contra los norteamericanos es la de ayudar siempre a los regímenes dictatoriales de la América Latina. Y es un hecho que Washington no los ha abandonado jamás. Ni siquiera durante el gobierno de Carter. Entonces algo debe haber sucedido con Haig.

Leopoldo Galtieri: El señor Haig fue un pésimo mediador. Y los hechos lo demuestran.

Oriana Fallaci: Haig sostiene que la culpa es vuestra porque no sabía con quién tratar, y que cuando Ud. decía una cosas sus generales decían otra, se peleaban entre Uds., en la Junta, y en aquel burdel no había a quien dirigirse. A propósito sobre la resolución 502 de las Naciones Unidas, aquella que pedía el retiro inmediato de las tropas argentinas, dice Haig que Ud. y sus generales no se ponían de acuerdo. ¿Si no fuera así, cómo se explicaría la exasperación con que al final los dejó plantados? ¿Y por qué su ministro de Relaciones Exteriores, Costa Méndez, tuvo la necesidad de pedirle excusas?

Leopoldo Galtieri:
El señor Haig vino aquí con muchos ayudantes y trabajamos en esta habitación junto con el ministro de Relaciones Exteriores. Juntos dijimos siempre la misma cosa, que la resolución 502 implicaba una serie de consecuencias inaceptables. La Argentina, repetíamos, no había vertido una sola gota de sangre inglesa para recuperar las Malvinas y, por el contrario, los ingleses nos habían atacado y continuaban atacándonos e insistían en su hostilidad incluso durante la negociación.

Oriana Fallaci: Todavía no advierto la traición, a no ser que hubiera una promesa. Lo que significaría que los norteamericanos supieran antes del 2 de abril que los argentinos se aprestaban a intervenir en las Falklands, perdón las Malvinas. Señor presidente, debido a que las relaciones con los norteamericanos eran tan estrechas, no puedo creer que no les hubiera informado sobre sus decisiones. A mí me han dicho que el Pentágono las conocía y que Ud. se las había comunicado personalmente a Vernon Walters, el ex Jefe de la CIA, ahora embajador viajero, que trabajaba para Haig.

Leopoldo Galtieri: Conozco bien a Vernon Walters, estoy en óptimas relaciones con él. Pero no le dice nada. Ningún miembro de mi gobierno dijo nada a nadie. No hemos tenido jamás la necesidad de pedir permiso a los norteamericanos para recuperar las Malvinas, se lo aseguro. Ni permiso del Pentágono, ni el permiso de Reagan, ni el permiso de Haig. Al contrario, tomamos nuestra decisión solos. Además escuche: si los norteamericanos lo hubieran sabido jamás hubiéramos llegado a los sucesos del 2 de abril.

Oriana Fallaci: Lo que significa que habrían intentado detenerlos. ¿O quizás intentaron hacerlo y ésa es la razón por la cual Haig parecía tan exasperado? ¿Señor presidente, están verdaderamente rotas vuestras relaciones con los norteamericanos?

Leopoldo Galtieri: Rotas no diría, pero seriamente dañadas sí. Muy seriamente. Tan gravemente que hará falta mucho tiempo antes de normalizarlas. Mucho tiempo. Años.

Oriana Fallaci: Y mientras tanto está Ud. haciendo nuevos aliados.

Leopoldo Galtieri: Señora periodista, nuestros aliados naturales son los países latinoamericanos. De todas maneras, es verdad: estamos buscando contactos más vastos con el mundo al cual pertenecemos por historia y cultura. Contactos políticos, comerciales, financieros y también una mayor comprensión recíproca. Hasta ayer no habíamos dedicado mucha atención a la América del Sur, a las ventajas recíprocas que una mayor comprensión nos habría reportado. Pero hoy tenemos en cuenta esa zona, miramos hacia aquellos horizontes y el indiscutible desarrollo de esa apertura.

Oriana Fallaci: En otras palabras, estáis descubriendo el Tercer Mundo. Y estáis descubriendo a Simón Bolívar. ¿Debemos realmente creerlo? Los argentinos han sido siempre tan puntillosos en considerarse occidentales, europeos, blancos, que han considerado siempre a los demás países sudamericanos con un tal complejo de inferioridad.

Leopoldo Galtieri: Comparto lo que Ud. dice; nadie puede negar que siempre nos hemos sentido muy ligados a América del Norte y a la Europa Occidental. Pero es justamente por eso que nos sentimos traicionados, liados, desilusionados. Por eso estamos cambiando nuestra política exterior, ahora. Pero cosas más importantes sucederán en el futuro, deje pasar un poco de tiempo y verá.

Oriana Fallaci: ¿Lo dice sólo por los norteamericanos o también por los europeos? Porque también os sentís incomprendidos y traicionados por los europeos. ¿O me equivoco?

Leopoldo Galtieri: Es cierto, no esperábamos que nos castigaran con sus sanciones.

Oriana Fallaci: El gobierno italiano las ha retirado. Aunque sea por levantina ambigüedad, se ha negado a renovarlas. Y si bien tal decisión fue determinada por cínicos intereses de partidos políticos, y si bien la condena de vuestra intervención militar fue soslayada, supongo que Ud. siente mucha gratitud hacia los italianos.

Leopoldo Galtieri: Siento benevolencia, señora periodista.

Oriana Fallaci: ¿Sólo benevolencia?

Leopoldo Galtieri: Benevolencia, nada más que benevolencia.

Oriana Fallaci: Eh. Estos me complacen, me divierte. ¿Se imagina Ud. la cara de quienes han hecho tanto por levantarle esas sanciones, incluso renovando las consignas mussolinianas sobre la pérfida Albión? Pero hablemos de las cosas más serias, señor presidente, hablemos de las declaraciones de amor que de pronto se formulan a países como Nicaragua y Cuba. Hablemos de Costa Méndez que besa y abraza a Fidel Castro: ¿no es para quedar aturdida? A mí me parece leer una novela fantapolítica.

Leopoldo Galtieri: Un momento señora periodista, un momento. Costa Méndez va a La Habana porque en La Habana tiene lugar una conferencia anual de Países No Alineados. Abraza al señor Castro porque en La Habana el señor Castro es el dueño de casa. Y no olvide que el señor Castro ha expuesto públicamente su apoyo a la Argentina y su reivindicación sobre Las Malvinas como presidente de los Países No Alineados y no como presidente de Cuba. ¿Y por otra parte, qué debo hacer mientras corre la sangre de nuestros soldados? ¿Qué esperan de mí? ¿Que dé las gracias a los Estados Unidos?

Oriana Fallaci: Yo no espero nada, salvo intentar comprender lo que está sucediendo, señor presidente. Y admitirá que tengo todo el derecho de estar aturdida por ciertas alianzas, porque...

Leopoldo Galtieri: No son alianzas. Son reajustes políticos de las relaciones internaciones. Las alianzas son otra cosa para mí, señora periodista.

Oriana Fallaci: Está bien, reajustes políticos si lo prefiere. Queda el hecho, como está por decir, que millares de personas fueron eliminadas en Argentina por comunistas, marxistas o bajo la acusación de ser comunistas, marxistas. Así que por lo menos es desconcertante ver a Fidel Castro y Costa Méndez darse palmadas en la espalda como su hubieran estado juntos en Sierra Maestra. Aquellos pobres muertos deben revolverse en sus tumbas.

Leopoldo Galtieri: Señora periodista, las relaciones internacionales se mueven más por intereses que por amor, como Ud. bien sabe y, desafortunadamente estas cosas son inevitables. Así lo demuestra la historia del mundo. ¿Si los Estados Unidos aíslan a la Argentina, militar y económicamente, si Europa hace lo mismo, si el mundo occidental le vuelve la espalda, y digo mundo occidental poniendo la expresión entre comillas, qué otra elección tenemos? No debo recordarle que los factores ideológicos no son motivos determinantes en la convivencia internacional. Piense en todos los países que mantienen relaciones con sus enemigos ideológicos. Estados Unidos y China, por ejemplo. Se abrazan exactamente como nosotros nos abrazamos con el señor Castro y como el señor Castro nos abraza a nosotros. No por eso la Argentina se hace comunista. No por eso el general Galtieri se convierte en miembro del partido.

Oriana Fallaci: Y no por eso Fidel Castro se convierte en miembro de la Junta Militar argentina, lo sé. Pero a esta Junta él le ofrece armas ahora. Su ayuda. ¿Aceptaréis esas armas? ¿Aceptaréis esa ayuda?

Leopoldo Galtieri: En este momento no nos sirve la ayuda militar de nadie, pero si Gran Bretaña pone a la Argentina en una situación muy difícil aceptaremos ayuda de cualquiera y armas de cualquiera.

Oriana Fallaci: Lo que incluye a la Unión Soviética, si he comprendido bien. Señor presidente, vuestra cruzada antisoviética parece haber terminado. Los soviéticos parecen ocupar en vuestro corazón el puesto de los norteamericanos, y es notorio que el embajador de Moscú en Buenos Aires ha visitado más de una vez a Ud. y a los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores. ¿Aclaremos esta cuestión, aceptaréis las armas soviéticas o no?

Leopoldo Galtieri: Si llegamos a un momento en que se haga necesario, sí la aceptaremos. Me dirigiré incluso a ellos. ¿Señora periodista, cree que quiero suicidarme?

Oriana Fallaci: No, no lo creo. De hecho, Ud. ha comprado armas a los abastecedores más diversos y extravagantes de los últimos días. Uno es Khaddafi que le ha dado los Exocets que le negó Mitterrand, otro es Israel, que le ha vendido Mirages y misiles. Y aparte de los países entre los que encuentra benevolencia y aparte de varios traficantes de armas que venden bombas como la droga, que Dios los maldiga, están Ecuador, Perú y Venezuela.

Leopoldo Galtieri: Estos últimos son países hermanos. ¿Pero por qué me pregunta cosas que no puedo responder por razones de seguridad?

Oriana Fallaci: Porque Ud. ha dicho que la caída de Port Stanley, perdón Puerto Argentino, y la total reconquista de las islas por parte de los ingleses no significará el fin de la guerra. Porque los periódicos argentinos continúan hablando de guerra total. Y quiero comprender si la guerra total significa la internacionalización de la guerra.

Leopoldo Galtieri: Guerra total significa que, no importa cómo vayan las cosas militarmente, la Argentina no renunciará a sus derechos sobre las Malvinas, las Georgias del Sur y las Sandwich del Sur. Guerra total significa que la Argentina no aceptará jamás retornar a la situación existente al primero de abril. Guerra total significa que no habrá paz hasta que no hayamos obtenido aquello que es nuestro. Y no quiero una internacionalización de la guerra, pero esa internacionalización no depende de mí. Depende de Gran Bretaña y de los Estados Unidos.

Oriana Fallaci: ¿A costa de convulsionar las potencias nucleares, a costa de repetir lo que está sucediendo en Oriente Medio, o sea, transformar aquellos islotes en el Israel del Atlántico Sur?

Leopoldo Galtieri: Estoy tan preocupado como Ud., señora periodista. Más que Ud. porque mis responsabilidades no concluyen en el pueblo argentino: existen además en cuanto a otros países. Para serle franco, cuando decidí recuperar las Malvinas no esperaba provocar un suceso de importancia mundial y todavía menos creía que la cosa tuviera consecuencias en el contexto internacional. Pero la ha habido y estoy preocupado. Pero esta preocupación no debería ser solamente sentida por mí. La debería tener también la señora Thatcher, el señor Reagan y el señor Haig. Y tanto más como no ha sido la Argentina la que atacó: han sido los ingleses. La Argentina se limita a responder, a defenderse de ellos. ¿Dígame, por qué la señora Thatcher y el señor Reagan no tienen en cuenta el peligro que Ud. me echa en cara?

Oriana Fallaci: Espero que lo hagan, supongo que lo harán. Pero queda el hecho de que fue Ud. quien comenzó, señor presidente. Queda el hecho de que fueron Uds., los argentinos, quienes provocaron este problema el 2 de abril, al enviar las naves y las tropas. Y no es haciéndose los ofendidos que cambiaréis esta indiscutible e histórica realidad. En todo el mundo ha problemas fronterizos, territoriales. ¿Qué sucedería si todos resolvieran sus disputas como lo ha hecho Ud., "de quién es este lugar, es mío, entonces me quedo"? ¿Estamos en la era atómica, no lo ha olvidado?

Leopoldo Galtieri: No, pero toca a las potencias nucleares el tener un cerebro más abierto y adecuarse al deseo de libertad que tienen los pueblos hoy. Las cosas han cambiado desde la Segunda Guerra Mundial: los imperios han caído y la mentalidad de la gente ha cambiado tanto en un sentido individual como nacional. O sea, se ha descubierto la libertad. Pero todavía quedan restos de ese imperio y de comportamiento imperialista, trazas de colonialismo. Todo lo cual es inadmisible en una era civilizada como la nuestra. Habría que rebelarse.

Oriana Fallaci: Santas palabras, señor presidente, pero suenan un tanto extrañas al oírlas pronunciadas por Ud., el representante de un régimen que no sabe qué hacer de la libertad y además la mata. La suya es una dictadura, señor presidente, no lo olvidemos.

Leopoldo Galtieri: Yo no lo llamaría dictadura. Aquí la gente habla más que en un régimen democrático. El régimen no es democrático, estoy de acuerdo. Pero no es ni siquiera duro como en otros países que se definen como democráticos. (...)

Oriana Fallaci: Si Ud. piensa así, ¿por qué pone a uno de los jefes de aquellos asesinos como comandante del puesto de las Georgias? Hablo, tanto por poner un ejemplo, del infame capitán Astiz que ahora se hace la víctima porque los ingleses lo tienen prisionero.

Leopoldo Galtieri: El capitán Astiz pertenece a la marina como 500 otros oficiales que detentan su rango y su responsabilidad. Debido a su rango y a esa responsabilidad se encontró en aquel puesto de avanzada en las Georgias cuando recuperamos las islas. Las acusaciones contra él deben ser probadas, señora periodista, y como buena demócrata Ud. debería saber que una acusación no vale sin no se la prueba con testimonios y hechos (...)

Oriana Fallaci: Señor presidente, en cuanto a libros he leído, incluso demasiados sobre esta vergüenza. Y Ud. no puede comparar los desaparecidos con los soldados que mueren en la guerra. Un desaparecido es una persona que es arrestada o secuestrada por un grupo de paramilitares porque no piensan como Ud., grupos paramilitares que Uds. inventaron y ahora no controlan más y después son conducidos a la policía militar torturados hasta la muerte y sepultado sin su nombre en cualquier fosa común o quizás lanzado al mar o al río de la Plata. Y el resto son chorradas, disculpe la brutalidad.

Leopoldo Galtieri: Señora periodista... aquí estamos, junio de 1982, para afrontar el presente y el futuro del país...


martes, 23 de diciembre de 2008

El asesino de Papa Noel. Spencer Holst


Hubo una vez una persona que terminó con las guerras para siempre, al asesinar a 42 Papás Noel.

Todo empezó unos diez días antes de Navidad, cuando un Papá Noel del Ejército de Salvación fue asesinado en un barrio.

Un diario de la mañana traía la noticia, pero al día siguiente otros cinco Papás Noel fueron asesinados y el hecho apareció en la primera plana de todos los diarios del país.

Cuatro de ellos fueron asesinados mientras recolectaban fondos para el Ejército de Salvación, y el quinto fue apuñalado en la sección Juguetería de Gimbel’s.

¡La gente se sintió ultrajada! ¡Cómo se indignaron! Pensaban qué monstruo, qué engendro debía ser ese tipo, quiero decir, arruinarles la Navidad a los chicos asesinando a Papá Noel.

No se preocupaban por las vidas verdaderas de los hombres asesinados, tan sólo era el efecto que causaría a los chicos lo que molestaba a todos.

De manera que al día siguiente la ciudad estaba llena de policía metropolitana y estadual, agentes del FBI y hasta algunos funcionarios de Inteligencia de la Marina, agentes del Tesoro y funcionarios del Departamento de Justicia, todos los cuales encontraron pretextos para intervenir en el caso: y otros diez Papás Noel fueron muertos y no se atrapó al esquivo asesino.

Así que aquella noche todos los Papás Noel que estaban trabajando convocaron a una reunión secreta para decidir qué hacer.

Se daban cuenta de sus responsabilidades para con los chicos pero, por el otro lado, les parecía una especie de locura salir a la calle y ser atacados por este maníaco.

De modo que un hombre, que era valiente y no tenía a nadie que dependiera de él, se ofreció para salir al otro día, disfrazado y con una fuerte guardia armada.

Pero le cortaron la garganta en su cama, aquella noche.

Así que al otro día no había Papás Noel en la ciudad.

Y la gente estaba algo así como irritable y nerviosa, y los chicos lloraban, y no parecía Navidad sin los Papás Noel.

Pero al día siguiente, una volátil mujercita de Hollywood, una actriz que buscaba publicidad, salió vestida de Mamá Noel.

Y la gente y sus chicos se agolparon en torno de ella, ya que era lo más aproximado a Papá Noel que andaba por la calle, y consiguió un montón de publicidad, y no la mataron.

De modo que al día siguiente varias otras mujeres prominentes salieron todas vestidas de Mamá Noel, con el pelo empolvado de blanco y polleras coloradas y almohadones en sus vientres y sombreros de Papá Noel, y tampoco a ellas las mataron.

Decidieron que a lo mejor el maníaco había dejado de actuar, así que mandaron a la calle a un Papá Noel como globo de ensayo, pero una hora después su cuerpo era conducido en una ambulancia al Bellevue Hospital, con tres balas alojadas en él.

Así que la Navidad de ese año transcurrió con Mamás Noel.

Y el año siguiente empezó a ocurrir otra vez lo mismo, de modo que de inmediato mandaron a las mujeres otra vez a la calle.

Al año siguiente pasó la misma cosa; y el siguiente, y el siguiente; y año tras año, este paciente y esquivo maníaco mataba a cualquier varón vestido de Papá Noel, hasta que finalmente en los diarios, en la publicidad y en las mentes humanas, Papá Noel retrocedió hacia el fondo y Mamá Noel se convirtió en la figura principal.

Quiero decir que Papá Noel todavía estaba allí. Hacía los juguetes en el Polo Norte y se ocupaba de los elfos, pero era Mamá Noel la que viajaba en el trineo tirado por los renos y se deslizaba por la chimenea y repartía los regalos y encabezaba el desfile de Navidad cada año.

Y lo divertido era que a las mujeres parecía gustarles realmente ser Mamá Noel. Nadie tuvo que pagarles y se convirtió en una moda tal que las calles, en época de Navidad, estaban colmadas de Mamás Noel. Y a medida que el tiempo pasó, ellas empezaron a hacer pequeñas alteraciones en el traje tradicional, cambiando primero el matiz de rojo, y experimentando después con colores completamente distintos, hasta que al fin cada traje fue único y fantástico, hermosamente coloreado, bellísimo.

Se convirtió en un verdadero honor el encabezar el desfile de Navidad.

¡Y a los chicos les encantó!

¡La Navidad nunca había sido así antes, con todas estas Mamás Noel y toda la excitación!

Pero estos chicos, esta nueva generación de chicos que creció creyendo en Mamá Noel, eran algo así como distintos.

Porque, fíjense, para los chicos muy pequeños Papá Noel es un dios.

Y para la época en que dejan de creer en Papá Noel, empiezan a ir a la Escuela Dominical y aprenden acerca de un nuevo Dios. Y este nuevo Dios no les hace regalos. Es un poco rudo.

Pero toda la vida anhelan a su antiguo dios de la infancia, a su dios Papá Noel.

Observen sus oraciones, lo que dicen: dame lo que deseo. Pero esta nueva generación de chicos que crecieron creyendo en Mamá Noel parecía tener una actitud distinta hacia las mujeres.

Empezaron a elegir mujeres para el Congreso y eligieron a una mujer presidente y mujeres alcaldes, hasta que muy pronto el país entero estuvo gobernado por mujeres.

A ellas les preocupaba sobre todo cosas como la comida, y hubo mucha discusión en el Congreso acerca de varios regímenes, y bien pronto hasta los más pobres tuvieron mucho que comer; y estaban interesadas en las casas, y pronto ya no hubo escasez de viviendas.

Pero había una cosa que no apoyarían.

No pensaban hacerlo.

Quiero decir, ¿qué posible razón política haría que estas mujeres mandaran a sus hombres a ser matados? ¡Era ridículo!

De modo que con su poder político y su poder financiero y el prestigio de los Estados Unidos, obligaron y animaron a otros países a permitir que mandaran las mujeres.

Así la guerra terminó para siempre.

Los hombres siguieron haciendo lo que siempre habían hecho. Trabajaban en fábricas, y estudiaban matemática superior, y apostaban a caballos, y repartían el hielo, y discutían de filosofía.

Pero estas discusiones sobre filosofía no ocasionaban que la gente se muriera de hambre y se matara entre sí.

Y muy pronto, en todo el mundo, nadie estaba hambriento, todos tenían lindas casas, ya no había guerra, la gente empezó a ser feliz.

Saben, cuando uno se detiene a pensar en ello, había ocurrido una revolución mundial.

Y 42 Papás Noel no es mucha gente muerta para una revolución mundial.

Pero el asesino o, en realidad, el santo a quien la humanidad tanto le debía, el que planeó y ejecutó esta revolución casi incruenta, nunca fue atrapado y crucificado.

Siguió viviendo.

No, nadie descubrió nunca la identidad de este santo: es decir ah–, salvo yo.

Yo sé quién es el santo.

Oh, no tengo ninguna prueba, pero es precisamente por eso que estoy tan seguro de que lo sé.

Porque hay una sola persona capaz de esto, hay una sola persona con el genio, la osadía, la imaginación, el valor, el amor a la gente, la avidez por la sangre y la paciencia requeridos para llevar a cabo ésta, la mayor de todas las acciones.

Esa persona es mi hermanita.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Mentiras Vaticanas. Susana Viau

A principios de diciembre el obispo Luigi De Magistris decidió otorgar categoría de verdad a lo que hasta ahora sólo tenía rango de murmuración de sacristía, de habladuría de misa vespertina. De Magistris, un apellido con perfume a sínodos y encíclicas, es el prefecto emérito de la Penitenciaría Apostólica, la dependencia vaticana desde cuyas ventanillas se administran la relación con el más allá, las confesiones, las extremaunciones y las penitencias. La clientela del obispo De Magistris, pues, son (somos) los penitentes, potencialmente todos, creyentes e incrédulos, porque la chance de la salvación sigue abierta hasta el último aliento.

De eso se trató la revelación que monseñor formuló frente a Radio Vaticano y replicó la ACI –la Agencia Católica de Informaciones–: un “arrepentimiento”, una “conversión”, un alma descarriada que volvió al rebaño. Para más inri, el protagonista de la historia divulgada por De Magistris no es cualquier “pentito”, es “su paisano”, Antonio Gramsci, el más grande de los teóricos marxistas italianos. Según De Magistris, el ateísmo perdió un baluarte y el Vaticano se llevó el gato al agua, o a Gramsci a la Casa del Padre. La ACI lo tradujo con una prosa austera y triunfal, con el lenguaje de un parte de victoria. Monseñor, dijo, dio a conocer que “el fundador del Partido Comunista Italiano, el autor de uno de los más completos y sofisticados métodos de hegemonía ideológica –utilizado aún hoy por los principales enemigos de la Iglesia– retornó a la fe católica de su infancia y recibió los sacramentos antes de morir en abril de 1937”.

Contó De Magistris que la primera noticia de esta notable voltereta espiritual fue escuchada por los feligreses de la iglesia de San Lorenzo, en Módena, de la boca de sor Pinna, una monja sarda tan incapaz de mentir como atravesada por el “pensamiento fosforescente” que Federico Fellini le adjudicaba a su mujer, Giulietta Masina. Fue en ocasión de la misa celebrada por el alma del obispo secretario del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, Giovanni Maria Pinna, su hermano, que
sor Pinna narró aquel hecho sorprendente. Después de pasar por la enfermería de las cárceles de Turi y de Civitavecchia, enumeró sor Pinna, Gramsci, enfermo de los pulmones y con una arterosclerosis avanzada, fue internado en la clínica Cusumano, primero, y luego en la Quisisana, de Roma. Allí trabajaba sor Pinna junto a sor Palmira Petretti, sor Angelina Zürcher y sobre todo junto al joven capellán Giuseppe Furrer.

Sor Pinna describió el día en que las monjas de la Quisisana se arrimaron a las habitaciones de los enfermos haciéndoles besar la imagen de la virgen. No se acercaron a Gramsci, por supuesto, pero éste las llamó y les pidió que le llevaran la Madonna. Sor Palmira Petretti adicionó su propio punto de vista: la habitación que ocupaba el dirigente agonizante estaba frente a la capilla y Gramsci, desde su cama, miraba las imágenes del altar “con ojos emocionados”. Sor Angelina Zürcher fue más audaz y relató que el moribundo ideólogo de los consejos de fábrica de 1920, del Turín Rojo, le pidió: “Madre, rece por mí porque siento que éste es el fin”. Dijo sor Zürcher que también le rogó: “Ayúdeme a rezar porque siento que me voy”. El capellán Furrer construyó una fábula breve y ambigua, una obra maestra de las medias palabras. Recordó haber entrado en el cuarto de Gramsci, llevaba puesta la estola y una pequeña fuente con agua bendita. Lo roció sin que el paciente lo percibiera. No pudo darle la extremaunción porque si bien Gramsci no se había negado a ella, tampoco la había pedido. Tatiana Schutch, la cuñada de Gramsci, la mujer que crió a uno de sus hijos, estaba en la habitación y se indignó ante esa embestida contra las ideas de un hombre indefenso. Carlo Gramsci, su hermano, dijo recordar que al aproximarse el final le habían llevado una imagen religiosa y lo instaron a desertar de su materialismo. El enfermo, por toda respuesta, se dio vuelta y permaneció en silencio, de cara a la pared. Giuseppe Vacca, presidente de la Fundación Antonio Gramsci, pone muy entre paréntesis esas historias de conversión in extremis. La documentación sobre sus últimos momentos abunda –señaló–, e incluso están, por si hiciera falta, los informes policiales. Tampoco se explica Vacca cómo su admirado maestro Antonio Gramsci podía haber aceptado el auxilio de la religión si dos días antes de su muerte, ocurrida el 27 de abril de 1937, había caído en coma a causa de una isquemia cerebral.

Puesta del revés, observada desde la cama del paciente de la habitación 26 de la clínica Quisisana, de un hombrecillo jiboso y contrahecho a causa del mal de Pott, una tuberculosis de columna que le provocaba dolores indecibles, el preso fetiche de Benito Mussolini, il Duce, durante 20 años, 4 meses y 5 días, la historia es otra: es la del intento de derribo de las convicciones de un militante en el momento en que la vida se le escapa, la de la búsqueda de la flaqueza que puede sobrevenir cuando se pisa el umbral. Los que rezan “no nos dejes caer en la tentación” lo acosan para que se abandone a la seducción de la eternidad. ¿Lo habrán logrado? La respuesta no importa porque aunque fuera afirmativa, nadie lo creería. Gramsci, el contrahecho de un metro cincuenta, gafas de intelectual y cara de niño, Gramsci, el impenitente, sigue enseñando que lo que hay que hacer debe ser hecho aquí, en esta tierra, por mucho que le pese a monseñor De Magistris.

http://criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=15798

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Imágenes de una muerte anunciada. JOP


Con las fotografías todavía sobre el escritorio, volvió a observar el negativo con la ayuda de la lámpara que tenía a su lado. Efectivamente, ahí estaba.
El médico forense interviniente en la causa había establecido que el deceso de la víctima se produjo entre las 17 y las 19 horas del día 15 de julio, como resultado de las múltiples lesiones en el cráneo producidas por el accidente automovilístico en el kilómetro 215 de la ruta 2.
El perito ingeniero designado de oficio por el juez de instrucción, lo llamó como era habitual, para que tomara las fotografías de la zona del accidente y de los restos del automóvil en el que viajaba la víctima, con el fin de anexarlas a la pericia.
Como era su costumbre en estos casos, preparaba minuciosamente el material para la labor y configuraba la cámara para que fechara las imágenes. Con la cámara cargada con película color, realizó treinta y seis tomas: De las huellas que habían quedado en la ruta producto de la colisión, de la dirección del impacto, de las marcas efectuadas por el ingeniero y del automóvil. De lo que en realidad quedaba de él, fotografió el interior del habitáculo y principalmente el asiento del conductor que presentaba abundantes manchas de sangre. El asiento casi vuelto hacia el costado sin la presencia del cinturón de seguridad y el volante torcido por la fuerza del impacto fueron los principales blancos de esa tarea.
De regreso en el laboratorio y con el propósito de dar cumplimiento con el plazo establecido por el juez para presentar la pericia, reveló inmediatamente la película y se dispuso a realizar las copias.
Al cabo de tres horas, acomodó sobre una mesa el material obtenido. En las primeras imágenes podían observarse claramente las huellas de los neumáticos reventados impresos en el asfalto. Luego, la perspectivas posibles de la dirección -gracias a las mediciones efectuadas por el perito ingeniero-, del guardarrail destrozado al costado del camino y de la pendiente que concluía en el arroyo. A partir de la foto 31, comenzaba lo inexplicable.
Cuando vio aquellas imágenes estimó que la película podía estar dañada en esos fotogramas, que el proceso del revelado o el copiado habían sido defectuosos o que el objetivo de la cámara podía presentar alguna suciedad. Incluso se permitió suponer la improbable circunstancia de haber copiado las fotos superponiendo dos negativos sin advertir el error.
Cuando todos los razonamientos resultaron inoficiosos para encontrar una respuesta plausible, se tendió en el sillón del escritorio y miró decenas de veces el negativo y las fotografías en busca de alguna explicación.
En su incredulidad y obstinación había desarmado la cámara en busca de la sustancia que había impresionado el negativo. Limpió los espejos, el pentaprisma, la cortinilla y en su desesperación por encontrar la causa intentó desmontar los lentes del objetivo con el que había realizado las tomas causando una fractura en el cilindro que dejó inutilizable el mecanismo de enfoque y el diafragma.
Miró las fotos por enésima vez. El fechador, que había sido exhaustivamente examinado antes de las tomas dejó la huella del 25 de julio. Faltaban aún cinco días. En las últimas seis fotografías se podía ver, sobre el asiento ensangrentado del automóvil, el cuerpo del fotógrafo bañado en sangre.  

viernes, 7 de noviembre de 2008

Pellízquenme. Michael Moore

¿Quién, entre nosotros, no se ha quedado sin palabras? Las lágrimas fluyen. Lágrimas de alegría. Lágrimas de alivio. Una asombrosa, apabullante avalancha de esperanza en un tiempo de profunda desesperación. En una nación que fue fundada sobre el genocidio y luego construida sobre las espaldas de esclavos, fue un momento inesperado, perturbador en su simplicidad: Barack Obama, un hombre bueno, un hombre negro, dijo que traería el cambio a Washington y a la mayoría del país le gustó la idea. Los racistas estuvieron presentes durante la campaña y en el cuarto oscuro. Pero ya no eran más mayoría y veremos cómo se apaga su llama de odio a lo largo de nuestra vida.
Hubo otra importante “primera” noche. Nunca antes en nuestra historia había sido elegido presidente durante un tiempo de guerra un candidato antibélico confeso. Espero que el presidente electo Obama recuerde eso cuando tenga que considerar expandir la guerra en Afganistán. La fe que tenemos ahora se perderá si se olvida el tema principal por el cual derrotó a sus colegas demócratas en las primarias y luego a un gran héroe de la guerra en la elección general: el pueblo de Estados Unidos está cansado de la guerra. Harto. Y el martes su voz fue fuerte y clara.
Han pasado 44 inexcusables años desde que un demócrata que se postula para presidente recibió sólo el 51 por ciento de los votos. Eso es porque a la mayoría de los estadounidenses no les gustan los demócratas. Los ven como que pocas veces tienen las agallas para hacer el trabajo y defender a los trabajadores que ellos dicen que apoyan. Bueno, acá tienen la oportunidad. Se les entregó, vía un público votante, en la forma de un hombre que no es uno cualquiera del partido, no es un burócrata de por vida. ¿Se convertirá ahora en uno de ellos o los obligará a ser más como él? Rogamos que sea esto último.
Pero hoy celebramos este triunfo de la decencia sobre el ataque personal, de la paz sobre la guerra, de la inteligencia sobre la creencia de que Adán y Eva montaban dinosaurios hace apenas 6000 años. ¿Cómo será tener un presidente inteligente? La ciencia, desterrada durante ocho años, volverá. Imaginen apoyar a las mentes superiores de nuestro país mientras ellos se dedican a curar enfermedades, descubrir nuevas formas de energía y trabajar para salvar al planeta. Ya lo sé, pellízquenme.
Podremos, posiblemente, ver también una refrescante apertura, ilustración y creatividad. Las artes y los artistas no serán vistos como enemigos. Quizás el arte sea explorado para descubrir las más grandes verdades. Cuando Franklin Delano Roosevelt ganó la presidencia con una victoria aplastante en 1932, lo que siguió fue Frank Capra y Preston Stugis, Woody Guthrie y John Steinbeck, Dorothea Lange y Orson Wells. Toda la semana estuve inundado por los medios que me preguntaban: “¿Gee, Mike, qué vas a hacer ahora que Bush se fue?”. ¿Se están burlando? ¿Cómo será trabajar y crear en un ambiente que alimente y apoye el cine y las artes, la ciencia y los inventos, y la libertad de ser lo que uno quiere? ¡Miren cómo florecen mil flores!
No tenemos demasiado tiempo. Hay mucho trabajo por hacer. Pero ésta es la semana para que todos nosotros nos deleitemos en este gran momento. Sean humildes. No traten a los republicanos en sus vidas en la forma en que ellos los trataron los últimos ocho años. Muéstrenles la gracia y la bondad que irradió Barack Obama a través de toda su campaña. Aunque le dijeron de todo, se negó a rebajarse a la cloaca y devolver la suciedad. ¿Podremos seguir su ejemplo? Sé que será difícil.
Quiero agradecer a todos los que dieron su tiempo y sus recursos para que esta victoria ocurriera. Ha sido un largo camino y se le ha hecho un enorme daño a este gran país, sin hablar de los muchos que perdieron sus puestos, quebraron por las cuentas médicas o sufrieron porque alguien querido era enviado a Irak. Ahora trabajaremos para reparar este daño, y no será fácil.
Pero ¡qué manera de empezar! Barack Hussein Obama, el 44º presidente de los Estados Unidos. Guau. Seriamente. Guau.
www.michaelmoore.com.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

I have a dream. Martin Luther King

I am happy to join with you today in what will go down in history as the greatest demonstration for freedom in the history of our nation.

Five score years ago, a great American, in whose symbolic shadow we stand today, signed the Emancipation Proclamation. This momentous decree came as a great beacon light of hope to millions of Negro slaves who had been seared in the flames of withering injustice. It came as a joyous daybreak to end the long night of their captivity.

But one hundred years later, the Negro still is not free. One hundred years later, the life of the Negro is still sadly crippled by the manacles of segregation and the chains of discrimination. One hundred years later, the Negro lives on a lonely island of poverty in the midst of a vast ocean of material prosperity. One hundred years later, the Negro is still languished in the corners of American society and finds himself an exile in his own land. And so we've come here today to dramatize a shameful condition.

In a sense we've come to our nation's capital to cash a check. When the architects of our republic wrote the magnificent words of the Constitution and the Declaration of Independence, they were signing a promissory note to which every American was to fall heir. This note was a promise that all men, yes, black men as well as white men, would be guaranteed the "unalienable Rights" of "Life, Liberty and the pursuit of Happiness." It is obvious today that America has defaulted on this promissory note, insofar as her citizens of color are concerned. Instead of honoring this sacred obligation, America has given the Negro people a bad check, a check which has come back marked "insufficient funds."

But we refuse to believe that the bank of justice is bankrupt. We refuse to believe that there are insufficient funds in the great vaults of opportunity of this nation. And so, we've come to cash this check, a check that will give us upon demand the riches of freedom and the security of justice.

We have also come to this hallowed spot to remind America of the fierce urgency of Now. This is no time to engage in the luxury of cooling off or to take the tranquilizing drug of gradualism. Now is the time to make real the promises of democracy. Now is the time to rise from the dark and desolate valley of segregation to the sunlit path of racial justice. Now is the time to lift our nation from the quicksands of racial injustice to the solid rock of brotherhood. Now is the time to make justice a reality for all of God's children.

It would be fatal for the nation to overlook the urgency of the moment. This sweltering summer of the Negro's legitimate discontent will not pass until there is an invigorating autumn of freedom and equality. Nineteen sixty-three is not an end, but a beginning. And those who hope that the Negro needed to blow off steam and will now be content will have a rude awakening if the nation returns to business as usual. And there will be neither rest nor tranquility in America until the Negro is granted his citizenship rights. The whirlwinds of revolt will continue to shake the foundations of our nation until the bright day of justice emerges.

But there is something that I must say to my people, who stand on the warm threshold which leads into the palace of justice: In the process of gaining our rightful place, we must not be guilty of wrongful deeds. Let us not seek to satisfy our thirst for freedom by drinking from the cup of bitterness and hatred. We must forever conduct our struggle on the high plane of dignity and discipline. We must not allow our creative protest to degenerate into physical violence. Again and again, we must rise to the majestic heights of meeting physical force with soul force.

The marvelous new militancy which has engulfed the Negro community must not lead us to a distrust of all white people, for many of our white brothers, as evidenced by their presence here today, have come to realize that their destiny is tied up with our destiny. And they have come to realize that their freedom is inextricably bound to our freedom.

We cannot walk alone.

And as we walk, we must make the pledge that we shall always march ahead.

We cannot turn back.

There are those who are asking the devotees of civil rights, "When will you be satisfied?" We can never be satisfied as long as the Negro is the victim of the unspeakable horrors of police brutality. We can never be satisfied as long as our bodies, heavy with the fatigue of travel, cannot gain lodging in the motels of the highways and the hotels of the cities. We cannot be satisfied as long as the negro's basic mobility is from a smaller ghetto to a larger one. We can never be satisfied as long as our children are stripped of their self-hood and robbed of their dignity by a sign stating: "For Whites Only." We cannot be satisfied as long as a Negro in Mississippi cannot vote and a Negro in New York believes he has nothing for which to vote. No, no, we are not satisfied, and we will not be satisfied until "justice rolls down like waters, and righteousness like a mighty stream."
I am not unmindful that some of you have come here out of great trials and tribulations. Some of you have come fresh from narrow jail cells. And some of you have come from areas where your quest -- quest for freedom left you battered by the storms of persecution and staggered by the winds of police brutality. You have been the veterans of creative suffering. Continue to work with the faith that unearned suffering is redemptive. Go back to Mississippi, go back to Alabama, go back to South Carolina, go back to Georgia, go back to Louisiana, go back to the slums and ghettos of our northern cities, knowing that somehow this situation can and will be changed.

Let us not wallow in the valley of despair, I say to you today, my friends.

And so even though we face the difficulties of today and tomorrow, I still have a dream. It is a dream deeply rooted in the American dream.

I have a dream that one day this nation will rise up and live out the true meaning of its creed: "We hold these truths to be self-evident, that all men are created equal."

I have a dream that one day on the red hills of Georgia, the sons of former slaves and the sons of former slave owners will be able to sit down together at the table of brotherhood.

I have a dream that one day even the state of Mississippi, a state sweltering with the heat of injustice, sweltering with the heat of oppression, will be transformed into an oasis of freedom and justice.

I have a dream that my four little children will one day live in a nation where they will not be judged by the color of their skin but by the content of their character.

I have a dream today!

I have a dream that one day, down in Alabama, with its vicious racists, with its governor having his lips dripping with the words of "interposition" and "nullification" -- one day right there in Alabama little black boys and black girls will be able to join hands with little white boys and white girls as sisters and brothers.

I have a dream today!

I have a dream that one day every valley shall be exalted, and every hill and mountain shall be made low, the rough places will be made plain, and the crooked places will be made straight; "and the glory of the Lord shall be revealed and all flesh shall see it together."

This is our hope, and this is the faith that I go back to the South with.

With this faith, we will be able to hew out of the mountain of despair a stone of hope. With this faith, we will be able to transform the jangling discords of our nation into a beautiful symphony of brotherhood. With this faith, we will be able to work together, to pray together, to struggle together, to go to jail together, to stand up for freedom together, knowing that we will be free one day.

And this will be the day -- this will be the day when all of God's children will be able to sing with new meaning:

My country 'tis of thee, sweet land of liberty, of thee I sing.

Land where my fathers died, land of the Pilgrim's pride,

From every mountainside, let freedom ring!

And if America is to be a great nation, this must become true.
And so let freedom ring from the prodigious hilltops of New Hampshire.

Let freedom ring from the mighty mountains of New York.

Let freedom ring from the heightening Alleghenies of Pennsylvania.

Let freedom ring from the snow-capped Rockies of Colorado.

Let freedom ring from the curvaceous slopes of California.

But not only that:

Let freedom ring from Stone Mountain of Georgia.

Let freedom ring from Lookout Mountain of Tennessee.

Let freedom ring from every hill and molehill of Mississippi.

From every mountainside, let freedom ring.

And when this happens, when we allow freedom ring, when we let it ring from every village and every hamlet, from every state and every city, we will be able to speed up that day when all of God's children, black men and white men, Jews and Gentiles, Protestants and Catholics, will be able to join hands and sing in the words of the old Negro spiritual:

Free at last! Free at last!

Thank God Almighty, we are free at last!


Let's do it. Ella Fitzgerald


"Ella Fitzgerald está más allá de cualquier categoría" Duke Ellington

Don't rain on my parade. Barbra Streisand

miércoles, 29 de octubre de 2008

Choque de Titanes




Allí está Andrómeda. Luce calma e inofensiva: es aquel manchón, pálido y difuso, que en esta época, y desde nuestras latitudes, apenas se asoma sobre el horizonte del Norte hacia la medianoche. En las grandes ciudades, sólo podemos verla con la ayuda de unos binoculares. Pero en cielos verdaderamente oscuros y transparentes, es fácil observarla a ojo desnudo, como un suave resplandor ovalado, del tamaño de tres o cuatro lunas en fila.Mirar a Andrómeda resulta por demás emocionante: es el objeto más lejano observable a simple vista. Está a una distancia de casi tres millones de años luz. Una fosa de espacio tan profunda que la luz, viajando a 300 mil Km/seg, demora casi tres millones de años en cruzar. Mucho espacio, y mucho tiempo.Y eso también es profundamente emocionante: cuando miramos a Andrómeda, en realidad, la vemos como era hace casi tres millones de años. Esa suave luz galáctica que recién ahora pega en nuestras pupilas es muy vieja. Salió de allí cuando en la Tierra aún vivían Lucy y los demás Australopithecus afarensis, aquellas pequeñas criaturas bípedas que iniciaban el camino hacia nosotros.Y sin embargo, noche a noche, año tras año, y siglo tras siglo, esa brutal brecha espacial que separa a Andrómeda de nuestra galaxia, la Vía Láctea, se va cerrando. Sin que lo notemos, mañana, ambas estarán un poco más cerca que hoy. Y alguna remotísima vez, dentro de miles de millones de años, estos dos pesos pesado de la fauna galáctica local se encontrarán en un fenomenal abrazo gravitatorio. Un episodio mayúsculo que desatará oleadas masivas de alumbramientos estelares, y finalmente, el nacimiento de toda una nueva galaxia.
REINAS DEL “GRUPO LOCAL”
Hasta hace apenas un siglo parecía que nuestra galaxia era todo el universo. Pero no: la Vía Láctea no está sola, sino que forma parte del llamado “Grupo Local”, una familia de unas 50 galaxias, desparramadas en un radio de unos pocos millones de años luz (y que es, apenas, una mota de polvo en un universo de unos 100 mil millones de galaxias, y mayormente vacío, pero esa es otra historia).La inmensa mayoría del “Grupo Local” son modestas galaxias “enanas”, formadas por unos pocos miles de millones de estrellas. Otras son un poco más respetables, como las Nube Mayor y la Nube Menor de Magallanes, dos galaxias vecinas que se ven como manchones en nuestros cielos australes. Pero la verdad es que en esta cincuentena de galaxias, sólo hay tres verdaderamente notables.La tercera en el podio es M33 (también conocida como “Galaxia del Triángulo”, por la constelación donde se la puede ubicar), una muy bonita galaxia espiral de 50 mil años luz de diámetro. La segunda es la nuestra, una galaxia espiral barrada, de 100 a 120 mil años luz de diámetro, y unos 400 mil millones de estrellas (lo de “barrada” se debe a que su núcleo está, justamente, atravesado por una barra de estrellas y gases).Y sí, obviamente, la número 1 es Andrómeda, otra galaxia espiral, quizás un 40 o 50 por ciento más grande que la nuestra, pero con una masa estelar bastante parecida. Este fabuloso carrusel de estrellas –también conocido como M31– es uno de los íconos máximos de la astronomía. No hay libro o revista especializada que no tenga una foto de Andrómeda en sus páginas. Además, es uno de los objetos más notables del firmamento (boreal, especialmente, porque desde el Hemisferio Sur apenas podemos verla sobre el horizonte).Indiscutiblemente, y más allá de los parámetros que se tengan en cuenta (parece, por ejemplo, que la nuestra tiene más “materia oscura”), Andrómeda y la Vía Láctea son los dos titanes del Grupo Local. Incluso, cada una de ellas tiene un séquito de varias “galaxitas” satélites, sujetas por sus tremendos tirones gravitatorios. Y bien, parece que las dos reinas locales tienen su suerte echada en el largo plazo. Y alguna vez, las dos serán una sola.
A TODA VELOCIDAD
Por empezar, pongamos las cosas a escala, para entenderlo mejor. Actualmente, la distancia entre la Vía Láctea y Andrómeda es de 2,9 millones de años luz. Tomando en cuenta esa brecha y los tamaños de ambas (prescindiendo de ciertas diferencias), podríamos representarlas como dos CD separados por tres metros. No parecen demasiado juntas. El punto es que se están acercando.A partir de distintos estudios espectrales de la luz emitida por Andrómeda, queda bien en claro su velocidad radial con respecto a la Tierra -y a toda la Vía Láctea, en realidad- es de unos 140 Km/seg. Es decir, 500 mil Km/hora. En realidad, no es que la Vía Láctea esté quieta y que Andrómeda se nos venga encima, sino que esa es la suma de las velocidades de una con respecto a otra.Los dos titanes del “Grupo Local” se están acercando entre sí, ni más ni menos. Están jugando al juego que mejor juegan y que más les gusta: el irresistible juego de la gravedad. A paso firme y sostenido, devorando millones y millones de kilómetros por día (nada a escala intergaláctica), la Vía Láctea y su hermana mayor se verán las caras bien de cerca dentro de 3 mil millones de años. Y entonces comenzará un lento y espectacular drama.
LA GRAN SIMULACIÓN
Las colisiones entre galaxias no son fenómenos tan raros en el universo. De hecho, los más grandes telescopios han fotografiado cientos y cientos de casos, algunos verdaderamente impresionantes -tanto en detalle como en espectacularidad- como en el caso de las famosas galaxias “Antenas” (situadas a más de 60 millones de años luz). El estudio de esos choques galácticos ha echado algo de luz sobre la suerte que les espera a la Vía Láctea y Andrómeda.Tanto o más importantes han sido las contribuciones de varios modelos teóricos y simulaciones por computadoras, realizadas durante los últimos años. Entre los casos más notables figuran los trabajos publicados en 2000 y 2001 por el astrónomo John Dubinsky (Universidad de Toronto), y más recientemente, en 2007, por un grupo de investigadores encabezados por Thomas Cox y Abraham Loeb (Centro de Astrofísica HarvardSmithsonian, en Massachusetts).Y ni hablar de las espectaculares imágenes virtuales generadas por el doctor Frank Summers y sus colegas (Space Telescope Science Institute, en Baltimore, EE.UU.). Generando “Vías Lácteas y Andrómedas virtuales” en súper computadoras, y cargando pilas de datos (como sus masas, diámetros, densidades, orientaciones, distancia y velocidades), fue posible adelantarse en el tiempo, y recrear -aproximadamente, claro está– el encuentro entre las dos galaxias, su evolución, y sus consecuencias. Veamos qué pasará...
NACIMIENTO DE “VIA ANDRÓMEDA”
Nada especialmente significativo ocurrirá hasta dentro de unos 1500 millones de años. A partir de entonces, lentamente (y a medida que Andrómeda vaya apareciendo cada vez más grande y brillante en el cielo), las siluetas de ambas galaxias empezarán a deformarse progresivamente, producto de sus respectivos tironeos gravitatorios.Y unos 1000 millones de años después tendrán su primer encuentro, a más 1 millón 500 mil Km/hora. Será un tremendo roce que las deformará completamente, abriendo sus cerrados cuerpos espiralados, hasta formar unas especies de letras “S” muy estiradas. Ambas galaxias, completamente desgarradas, seguirán de largo, alejándose durante unos cientos de millones de años más, para luego frenarse y, entonces sí, caer hacia su abrazo y fusión definitiva.Lejos de chocar verdaderamente, tanto en su roce inicial como en su fusión final, Andrómeda y la Vía Láctea se atravesarán, e integrarán sus cuerpos cientos de miles de veces millonarios en estrellas. De hecho, y dados los enormes vacíos interestelares, es tremendamente improbable que alguna de sus estrellas choquen entre sí (para entenderlo un poco mejor, basta con imaginarse a dos granos de arena separados en el volumen de un estadio de fútbol).En medio de retorcijones y corrientes alocadas de estrellas, lanzadas en una y otra dirección, ambas galaxias se irán asentando en un cuerpo único de forma aproximadamente ovalada. Habrán pasado unos cuatro mil millones de años desde nuestros días.El largo y traumático parto del nuevo monstruo galáctico, que nosotros preferimos llamar “Vía Andrómeda” (aunque en otros sitios la llamen “Milkomeda”), traerá aparejado otro fenómeno nada menor: remolinos y colisiones directas entre las nebulosas que flotan entre las estrellas. Enormes masas de gas y polvo que miden cientos o miles de años luz, y que se verán inevitablemente forzadas a chocar y colapsar, desatando masivas oleadas de nacimientos de estrellas. Nuevos soles que se encenderán por primera vez en la flamante –y aún muy inestable– súper galaxia.
¿Y EL SISTEMA SOLAR?
En los cielos de la Tierra, el espectáculo estará garantizado desde el comienzo. La espiralada silueta de Andrómeda ocupando casi todo el cielo, es algo que eriza la piel de sólo pensarlo. Pero... ¿habrá alguien para verla? Más aún: ¿cuál será la suerte de todo el Sistema Solar en medio de semejante desbarajuste galáctico? Nada podemos saber acerca de la suerte de la humanidad. Tal vez, por aquel lejanísimo entonces, hayamos poblado buena parte de la galaxia, quién sabe con qué forma, y viajando a velocidades sublumínicas. O tal vez hayamos desaparecido muchísimo tiempo antes.Lo cierto es que dentro de tres o cuatro mil millones de años, el Sol seguirá vivo. Sí, será una estrella bastante vieja, pero aún le quedará resto para brillar otros dos mil millones de años. Más allá de ciertas diferencias en cuanto a los tiempos y al desarrollo general de la colisión, los modelos de Dubinsky y de Cox/Loeb coinciden en algo: el Sol (arrastrando a todo el Sistema Solar) seguramente saldrá disparado hacia los bordes de la nueva galaxia, quizá quedando a unos 100 mil años luz de su centro (en comparación, actualmente, estamos a 27 mil años luz del núcleo de la Vía Láctea).Pero, pase lo que pase, el viejo Sol sabrá defender y retener a su corte de mundos. En medio de la debacle galáctica, la gravedad solar se impondrá a los muy atenuados tirones de otras estrellas, mucho más lejanas, y a la deriva. Y así será hasta el final de sus días. Y cuando el viejo Sol finalmente muera, Vía Andrómeda ya habrá calmado hace rato sus penosas furias de parto. La colosal galaxia elíptica, con casi un millón de millones de estrellas, estará en paz. Y dominará orgullosa este rincón perdido del universo.

sábado, 25 de octubre de 2008

This time the dream's on me. Continuación. Por Petitapetitesa


Dejó caer la mano sobre el papel y con gesto de abatimiento se levantó de la mesa y comenzó a recorrer la habitación.
Justo enfrente, al otro lado del salón Juan lo observaba, no pudo evitar pensar cuantas veces le ocurría eso mismo últimamente, cuando le pareció que llevaba dadas suficientes vueltas al salón le dijo:
-Quieres tranquilizarte, pareces una fiera enjaulada. No solucionarás nada de esa forma.
-¡Entonces dime tu el remedio!-, le espeto él, -¡Si eres tan inteligente sabrás qué debo hacer!-
Juan fue hacia él con una copa de vino que tenía preparada desde hacia rato en previsión de que ocurriría, lo que de hecho estaba ocurriendo.
-Ven, siéntate y hablemos, ¿Dime cuál es el problema?
-El problema es el de siempre, estoy bloqueado, no tengo ni zorra idea de cómo acabar la historia.
Revolvió entre los papeles que tenía en la mesa y eligiendo varios folios entre una pila comenzó a leer.
(…)
“-¿Estas bien?, -preguntó Daniel, mientras agarraba su mano con ternura-.
Como si el mundo hubiera sido arrasado por un enorme silencio, todo enmudeció.
-¡No!”

-¡Y aquí, justo aquí, me bloquee! ¡Y bien, señor que todo lo sabe!, ¿Qué se supone que debo hacer ahora?
Juan le mira y sonríe, -Déjales que decidan ellos- le contesta sin dejar de sonreír, -Son adultos y capaces de tomar decisiones propias.
-¿Se puede saber de que mierda estas hablando? ¿Estas borracho? ¿Esas son tus soluciones mágicas?- grita mientras agita delante de él los folios.
Juan ha dejado de sonreír. Se levanta con la intención de marcharse, pero de repente se da la vuelta se aproxima a la mesa donde esta esparcido el trabajo de las últimas semanas del hombre que ama y le grita enfadado:
-¡Si te olvidaras de tus putos prejuicios a la hora de escribir, esto no pasaría! Ni te encontrarías en el estado tan calamitoso en el que estas, ni estaríamos hora mismo discutiendo, ¿Quieres soluciones mágicas? Pues yo te las daré.
Juan sale de la habitación dando un portazo y le deja en un estado de abatimiento mayor que en el que se encontraba cuando dejó de escribir, -Puta novela, puto liante, puta mierda todo…- murmura el escritor.
Al cabo de unos minutos Juan aparece, lleva en la mano un cuadernillo viejo, con las tapas rotas y amarillas que denotan el paso del tiempo, se dirige al sillón donde el escritor se encuentra y le tiende el cuaderno.
-Toma- le dice- Tus soluciones mágicas.
-¿Qué demonios es esto?- Contesta.
-¿No lo reconoces? Le contesta Juan, -Son tus primeros prejuicios, ¿te has olvidado de ellos?
El escritor abre el cuadernillo y lee.
“Se encontraron como siempre cuando la luz emitía su ultimo estertor y ya solo los gatos quedaban de espectadores en la noche, una noche aquella, donde la luna parecía hacerse cómplice de los dos amantes, escondiéndose tras las oscuras nubes y dejándose tan solo intuir en la noche…”
¡Claro que se acordaba, como lo iba a olvidar!, una pequeña publicación se había interesado por sus escritos y le había encargado un cuento para el próximo número a editar; trabajó día y noche; era lo mejor que había escrito nunca, incluso mucho mejor que la historia que le estaba volviendo loco en estos momentos, fue como vaciarse en el papel, darse la vuelta de dentro afuera y derramarlo todo sobre los folios, sonrió. Juan le había dicho entonces que aquel cuento parecía la eyaculación de un amante llegando al límite del orgasmo.
Y entonces le entró el pánico, no podía entregar ese cuento, lo tacharían de pornografía, ¡Dos hombres amándose con esa pasión!, era impensable que le publicasen la historia, una cosa era vivir con otro hombre y hacerse pasar por amigos delante de los demás, pero el cuento los delataría, estaba convencido.
No quiso arriesgar, pensó que su deseo de publicar era más importante que un cuento, que el riesgo no valía la pena; desechó el relato y escribió otro más acorde con lo que creía era el gusto del público. El nuevo cuento fue un éxito, y sin duda aquello fue el comienzo de una exitosa carrera.
Miró a Juan y le pregunto -¿De donde ha salido esto?
-Lo guardé, es lo mejor que has escrito nunca y estaba seguro que un día tendrías que enfrentarte con tus propios prejuicios, y ese día lo necesitarías- cogió el cuadernillo de las manos del escritor y le preguntó -¿Recuerdas el nombre de los personajes de esta historia? Son los mismos que los que tienen ahora tus nuevas criaturas, ¿No te parece demasiada coincidencia? Hace años tus prejuicios los convirtieron en algo vergonzoso, ahora te están pidiendo un nueva oportunidad, no los defraudes, déjales vivir, déjales equivocarse, que se tengan que enfrentar a sus propios miedos y no a los tuyos.
Foto: JOP.

martes, 21 de octubre de 2008

This time the dream's on me. JOP


Cuando aquella noche detuvo su mirada en la luz de la vela recordó, no sin huecos, el itinerario de sus cuarenta y siete años. Pero no fue por eso que inició la recorrida en retrospectiva, sino porque la tenue iluminación le recordó la cena del aniversario número tres de aquella intentona definitiva.

-¿Pensas que hay arte en la pornografía? –le había preguntado Daniel mirando la luz de la vela ubicada en el centro de la mesa-. Ella Fitzgerald seducía con “This time the dream’s on me” mientras el bullicio del restaurante se hacía más lejano y secundario.
Retuvo la pregunta, pero en ese momento sólo importaban sus ojos claros y precisos, sus manos firmes y suaves, el tono de su voz siempre delicado y exacto. La camisa celeste y el reloj con pulsera de cuero que le había regalado para su cumpleaños, el anillo de la promesa y la delgada cadena en el cuello de oro blanco. “This time the dream’s on me”, pensó.
-Creo que de algún modo puede encontrarse algo de eso. Por lo menos en la pornografía como la demanda el mercado actual, -respondió sin saber bien qué quería decir-.
El cabello claro cuidadosamente arreglado, la línea de las cejas perfectas y el perfil del rostro, de inconfundible corte italiano, configuraban el conjunto al que había sucumbido cuando lo vio por primera vez en aquella fiesta. Finalmente, la mirada serena y profunda, algo inusual en un muchacho de su edad, habían desencadenado el hechizo.
-¿Vos te das cuenta que con el dinero que genera la industria pornográfica, podrían lograrse productos de enorme calidad artística, sin descuidar el componente erótico?
El mozo llenó por tercera vez las copas de vino que estaban vacías con el malbec preferido de ambos y una suave fragancia a ciruelas, membrillo, roble y canela se esparció por el aire.
Recordó la noche anterior cuando Daniel, besándole el cuello, le susurró al oído que no conocía ningún otro lugar en el mundo con un aroma más delicioso que el de su nuca. -Tal vez porque has viajado poco, -bromeó en ese momento, para sobrellevar el pudor-.
-Sin embargo, existen producciones fotográficas de altísima calidad en los que puede observarse que hay poco librado al azar y se nota un prolijo y cuidado trabajo que, en cierto sentido, dan como resultado final un excelente material más allá que la temática pueda resultar chocante o de mal gusto, -volvió a expresar sin importarle lo que estaba diciendo-.
Una pregunta se había instalado hacía tiempo y aún tratando de ocultarla  aferrándose al sentimiento no pudo dejar de advertir que su universo interior comenzaba a padecer las consecuencias disimuladas. 
-Pero eso sólo puede observarse en algunos fotógrafos que, en sentido estricto, no se dedican a la pornografía sino a la fotografía erótica, no en las grandes productoras dedicadas especialmente al tema, -respondió Daniel, por la simple curiosidad de ver hacia donde los llevaba el intercambio-.
Veinte años son demasiados, claudicó. Siempre había sentido atracción por muchachos menores porque consideraba que la belleza, en todo el amplio sentido del término, sólo podía residir en la juventud, desde la condición física hasta la frescura inmanente ante la ausencia de los prejuicios impuestos por el sedimento del paso de los años. Sin embargo, esa vez, no armonizó con la idea. “Tell me all about it”, cantaba Natalie Cole, mientras ordenaba sus emociones y la cena se enfriaba en el plato.
Tal vez porque estaba envejeciendo recordó que Pedro Almodóvar escribió alguna vez que no debe existir soledad mayor, ni mayor sensación de vacío que morir sin saber quién sos. Quizás porque sentía que, por alguna extraña razón, no disponía de mucho tiempo es que en aquel instante perpetuo pensó que debía liberar a Daniel.
-¿Estas bien?, -preguntó Daniel, mientras agarraba su mano con ternura-.
Como si el mundo hubiera sido arrasado por un enorme silencio, todo enmudeció.
-¡No!