Apuntes Intempestivos II. JOP.

Puede que no haya un silencio oportuno para derramar tu nombre sobre esta alfombra de recuerdos livianos y nostálgicos.
Esta noche de julio traza un límite indeleble surcando la distancia que nos separa y, a la vez, te aproxima desde el profundo gris asimétrico del iris de tus ojos nuevos. Los míos, más cansados, están cansados ya de despedidas y desgarros y, sin embargo, persisten en bienvenidas.
Ya casi no queda una sola palabra que no explorara para pronunciar lo habitual. El entramado recurrente que inunda el recorrido finito desde el inicio, susurra o grita -según su antojo- y se desliza siempre delante. Es que hay veces en que la coyuntura excede a la estructura y le exige respuestas que ésta nunca tuvo.
La geografía que nos distancia no se compara en nada con el trecho inalcanzable que impone el tiempo con la anquilosada tiniebla de sedimentos obtusos y viscosos y, detrás de simples regustos, hay billones de minutos entre tus anhelos y los míos.
Que no haya un solo rincón del mundo que no contenga sentidos inciertos y arbitrarios es la respuesta plausible a tus preguntas sedosas, lejanas y ávidas de sujeción. Yo solo escucho en silencio el derroche inconveniente de temores, ansiedades, propósitos e ilusiones; ésas que yo perdí hace mucho tiempo. Y, de pronto, la distancia se define, se revela densa y relevante.
Yo sé que no sos vos y también sé que no soy yo. No somos, simplemente. Por eso puede que no haya un silencio oportuno para derramar tu nombre sobre esta alfombra de recuerdos livianos y nostálgicos.