viernes, 27 de febrero de 2009

Como dos extraños...


Me acobardó la soledad
y el miedo enorme de morir lejos de tí...
¡Qué ganas tuve de llorar
sintiendo junto a mí
la burla de la realidad!
Y el corazón me suplicó
que te buscara
y que le diera tu querer...
Me lo pedía el corazón
y entonces te busqué,
creyéndote mi salvación...

Y ahora que estoy frente a ti
Parecemos, ya ves, dos extraños...
Lección que por fin aprendí:
¡Cómo cambian las cosas los años!
Angustia de saber muertas ya
la ilusión y la fe...
Perdón si me ves lagrimear...
¡Los recuerdos me han hecho mal!

Palideció la luz del sol,
al escucharte fríamente conversar...
Fue tan distinto nuestro amor
y duele comprobar
que todo, todo terminó.
¡Qué gran error volverte a ver
para llevarme destrozado el corazón!
Son mil fantasmas, al volver
burlándose de mí,
las horas de ese muerto ayer...
Letra: José María Contursi
Música: Pedro Laurenz

domingo, 22 de febrero de 2009

Nebulæ...


El hombre nunca puede saber que debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. No existe posibilidad alguna de comprobar cual de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero ¿qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni un boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro.
Milan Kundera, La insoportable levedad del ser.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Un giro extraño...


En un Café de la calle Lambaré,
te encontré; raro ser.
Te despedías de una cucaracha
que se escapaba del amanecer.

Te invité a tomarnos un café
sin pensar en café.
Te desvestiste sin cambiar de cara
cuando en la viola te toque "Chiqué".

Y me di cuenta que a tus ojos
los movía un giro extraño
cuando te abracé en el baño
y toda tu historia tremenda escuché.

Me dijiste que no ibas
a querer verme de nuevo.
Que estás loca para el mundo,
que ya nadie te comprende.

Que en tu vida solamente
hay lugar para el placer.
No será que en tu delirio
paranoico-suficiente
te asusta que otro demente
se le anime a tu querer.

En la vereda dibujaste un corazón
con temblor de aerosol;
para que pisen bien los peatones
el vil recuerdo de nuestra pasión.

Te invité a tomar otro café
pero no te encontré.
En tu lugar había una sombra oscura;
de tu locura que me contagié.

Y me di cuenta que a mis ojos
los movía un giro extraño cuando
me miré en el baño
y toda mi historia tremenda pensé.

Y me dije que no iba
a querer verte de nuevo.
Que estoy loco para el mundo,
que ya nadie me comprende.

Que en mi vida solamente
hay lugar para el placer.
No será que en mi delirio
paranoico-suficiente
me asusta que una demente
se le anime a mi querer.
La Chicana, Un giro extraño

domingo, 15 de febrero de 2009

Uno junto al otro...


Como en toda rutina conformada y consentida, los actos se repiten con la meticulosidad de la liturgia insípida tal como aquellas cosas que se frecuentan sin saber en qué momento se constituyen.
Treinta y cinco años de verse las caras, “en la salud y en la enfermedad”, en las buenas y en las malas, “hasta que la muerte los separe”. Treinta y cinco años de repetir el saludo de la vuelta del trabajo y el de la mañana hasta gastarlos y vaciarlos de contenido; hasta convertirlos en una onomatopeya carente de sentido. Treinta y cinco años de meterse entre las sábanas hasta que crecieron las excusas necesarias para evitar lo evitable.
Se miran sin mirarse, se hablan sin escucharse, se juntan sin encontrarse, se tocan sin conmoverse.
De vez en cuando recorren los exactos hitos de la liturgia que les manda concurrir a alguna reunión familiar juntos, al cine juntos, a cenar juntos, de paseo juntos, de vacaciones juntos. Pero no se miran, no se escuchan y no se sienten.
Los hijos del ritual ya partieron y ahora están de nuevo como al principio pero con menos entusiasmo. Casi ninguno.
A veces piensan en abandonarse pero el agujero los conmina a resistir; a resistirse.
Y están sentados uno al lado del otro, como hace treinta y cinco años, con menos esperanzas, con menos sentido de la pasión, con menos amaneceres y todos los ocasos en los ojos.
Ya no piensan en las pérdidas. Esas que se escurrían dejando pasar el tiempo en el lugar equivocado. Ahora, ya no existe el tiempo perdido, ni las oportunidades que se esfuman, ni los anhelos que cumplir. Están uno junto al otro, atados por milenios de silencio en torno a la búsqueda del propio deseo. Aquellas bocas amordazadas hoy amordazan sus emociones. Hicieron lo que había que hacer, por eso esperaban otra cosa...
Como en toda rutina consentida y conformada, los actos, con la meticulosidad de la liturgia insípida, se repiten tal como aquellas cosas que, sin saber en qué momento se constituyen, se frecuentan.

viernes, 6 de febrero de 2009

Inner...


Tu piel me devolvía
algo remoto. (¿Es esto
un poema de amor?
¿Es un canto de duelo
o de esperanza? Un himno
triunfal o una nostalgia
acariciada sobre
la realidad?)
No había
nadie, sino nosotros.
(Los demás no existían.)
Una botella, un libro,
un cenicero. Ahora
la vida es de cristal,
de metal, de papel.
Ahora es la botella
más bella que una flor.
El cenicero tiene
el sonámbulo brillo
de las olas. El libro
es una roca… (¿Es esto
un poema de amor?)
En una habitación
en penumbra, entre el humo
que nos aleja… (¿Es esto
un Poema de amor?)
…sin hablar…(nada está
dicho aún…).
Olvidaba
otra cosa: la música
frutal, el corazón
errante de los siglos,
suena para nosotros.

Toqué tu frente como
si me fuera a morir
un instante después.
Igual que si me anclases
a la verdad. (¿Es esto
un poema de amor?
¿Fuimos sus criatura
melancólicas…?)

Libro,
botella, cenicero.
(No flor, ni ola, ni rocas.)
He llamado a las cosas
por su nombre, aunque el nombre
rompa el hechizo. Quiero
todo aquello que ha sido
el instante, su carne
y su alma (no sólo
su alma), lo que el tiempo
roe (no lo que el tiempo
purifica).

Al contacto
de tu frente, los días
volaban desprendidos
de la copa. Pensé
que los días… ¿Amor
es eso que devuelve
el tiempo huido? ¿Eras
entonces el amor?
¿Me estoy cantando a mí,
recobrado y perdido?
¿Al amor, al que duerme
bajo tu piel, la pobre
criatura del cielo
destinada a morir
sin haber conocido
sus imposibles padres.

Poema Interior, José Hierro