domingo, 19 de julio de 2009

La insoportable virtualidad del ser



En el comienzo fue la mirada: un intercambio de palabras, un café y después, las ganas de volverse a ver o, en casos más osados, la pregunta de rigor: “¿Tenés lugar? o ¿Tu casa o la mía?
La evaluación era simple y directa, el encuentro inicial de miradas decidía si se llegaba a la instancia de la intencionalidad de pensar a futuro o de formular la pregunta. Además, había una ruta específica a lo largo de cuyo recorrido era posible “hacer un levante”. Pero todo eso fue antes de internet, antes del msn, antes de la disección y el aplanamiento de las personas, o sea, antes de que éstas se convirtiesen en una fotografía de perfil, con una galería de fotos mostrando “partes”. Sería bueno preguntarse si poniendo todas las partes juntas se puede construir una persona...
Esa pregunta subyace en la obra de Mary Shelley cuando escribió su clásica obra “Frankenstein”, en junio de 1816. Este relato de la literatura gótica plantea la creación de un cuerpo viviente a partir de partes de diferentes cuerpos. La temática nacía en concordancia con el auge de la medicina y en medio de las disputas filosóficas sobre el origen de la vida en la tierra. Pero el resultado, en el caso de la novela, es el de la creación de un monstruo, si bien esa no había sido la intención original de su creador, el resultado es esa aberración mutilada y despreciada que aterroriza.
Pero debían pasar muchas muchas décadas para que cada uno, desde su casa, y en un casi total anonimato pudiera crear su propio Prometeo, a medida.
E internet hizo el milagro.
En el pasado, la magia consistía en imaginar lo que habría debajo de la ropa de aquél a quien acabábamos de conocer, lo que permitía la posibilidad de poner en marcha algo del orden de la seducción y el erotismo y así, alimentar el deseo. En un encuentro cara a cara era imposible ocultar las imperfecciones, puesto que la vida no posee Photoshop. Allí estaban el tono y las inflexiones de la voz, los gestos e incluso los aromas. Por lo tanto, el otro era ese a quien veíamos sentado frente nuestro, a quien habíamos elegido, al verlo pasar por nuestro lado o en el encuentro deliberado o fortuito. Al sostener su mirada en la charla de café, al sentir su pierna rozar la nuestra, se construía un circuito imaginario de comunicación que decía más que cualquier palabra. Incluso se constituía un estadio generador de un espacio de interés cuyas verdaderas motivaciones, en general, caían en el desconocimiento y lo inexplicable.
Claro, todo poseía el intrigante encanto de conocer a alguien paulatinamente, como si se fueran levantando invisibles velos o como si se pelara una cebolla y cada capa revelara un aspecto de ese ser de carne y hueso, real y totalizado.
En la actualidad, la comunicación virtual permite construir al otro a partir de un discurso escrito, una imagen fragmentada y un deseo que ahora tiene la posibilidad de armar el perfil del ser perfecto. Sabiendo lo que uno quiere –como si ello fuera muchas veces tan fácil-, los sitios de encuentro virtuales permiten elegir cada detalle: rango de edad, altura, peso, color de piel, ojos o cabello, rol, estado civil, etnia, creencia religiosa y profesión, etc., eliminando así el factor sorpresa. Si ya está todo dicho y visto desde el comienzo ¿Qué es lo que sostiene el deseo?
Tal vez resulte por demás significativo la cantidad de encuentros que terminan en un plantón, porque al llegar a la cita se ve al otro parado en la esquina acordada, pero se descubre que la foto del perfil distaba de ser actual o incluso surge la duda de si pertenece a la misma persona o que el peso no podía ser el declarado.
A la pregunta ¿esto es lo que elegí en la pantalla? -que lógicamente vela la verdadera pregunta sobre la falta de la constitución totalizada del otro-, la respuesta suele ser la frustración y el inicio de una nueva búsqueda. Tal vez, aquí, surja la pregunta respecto a qué es lo que en realidad, en esas circunstancias, sostiene al deseo. Y tal vez pueda responderse que lo que sostiene al deseo sea simplemente eso: buscar, buscar y buscar... Y respondiendo a la lógica dominante del mercado, a la lógica implacable de la oferta y la demanda, se constituya un ideal que cada uno asume está en algún lugar, y que, precisamente por ser ideal, no está en ninguna parte; sólo en la virtualidad de todos los días.

JoP

6 comentarios:

Cloe dijo...

Feliz día del amigo!!

Abrazo

AndyPeCas dijo...

Sí, señor!! Es el TEVECOMPRAS del amor!
Lo que no me queda claro es lo de la garantía. Me devuelven las ilusiones si el producto que elegí en pantalla no me satisface cuando lo veo en la esquina??

Angeles dijo...

¡Seguro que lo de antes era mejor!

¿Qué antes?


La mentira, las mascaras y la falsedad, no necesitan ocultarse detrás de nada, suelen tener la costumbre de mirarnos a los ojos.

Y el deseo….no necesita de presentaciones….

Un beso (insoportablemente virtual...)

JoP dijo...

Gracias Cloe. Abrazo.


Me temo que los productos esos, AndyPecas, vienen sin garantía. Por eso hay que estar preparado para la inevitable frustración. O vivirla tal como viene.


Petit:
No sé si lo de antes era mejor. El engaño es tan viejo como el mundo.
Pero, con lo virtual, el nivel de fragmentación, desmantelamiento y aplanamiento subjetivo, en muchos casos, llega el límite de lo inimaginable.
Y no estoy muy de acuerdo con eso del deseo. No por nada la trama capitalista ha sabido explotar el acicateo deseante del modo que lo hace.

Besos (insorportablemente virtual... qué le vamos a hacer)

Angeles dijo...

Ahora mismo estoy muy cansada, tuve un día horrible. Pero no te libras, no estoy en absoluto de acuerdo contigo…lo discutiremos.

Un beso (agotado, lo siento…)

Anónimo dijo...

Leí con atención tu post y los comentarios, en medio de una búsqueda para mi tesis. No se si vale la aclaración, pero desde el punto de vista del deseo (wunsch) siempre nos remite a una evocación de las primeras percepciones, un reestablecimiento. Desde la teoria psi de Freud, deseo y necesidad van separados, por tanto mucho de lo que se ve en la web pasa mas por la necesidad interna para procurarse el objeto adecuado, cuando en cambio el deseo se dirige primariamente a la producción alucinatoria de esos signos que representan “esa satisfacción” Lacan habla del lenguaje que en estrecha relación del deseo y la fantasia, se articula en palabra, lo trae a la existencia.
En esta época cibernética, vemos como se construyen relaciones “aleatorias” sobre la base de la falta lacaniana, sobre le deseo del otro: este rasgo universal del deseo es especialmente evidente en la histeria: histérico es alguien que sostiene el deseo de otra persona que convierte el deseo de otro en el suyo propio. Es interesante analizar como se define en la actualidad lo real y lo virtual, no ya desde el diccionario, sino como lo definimos nosotros y como conformamos nuestra subjetividad, como aceptamos relaciones como reales que de hecho no lo son, pero si lo son aceptadas socialmente a pesar de tener solo una existencia efímera y aparente, y nos posicionamos al punto de reconocernos como metáforas de otra gente. Pienso que la vida virtual es un escapismo, es un síntoma de soledad, de no compromiso, de no contacto, de un permitirnos y permitir una nueva forma de relación sin compromiso y con el agregado de los permisos para mentir acerca de nosotros mismos y construirnos un personaje que peguen mas acordes con los ideales de belleza, cultura, liberación y superación pero que en definitiva lo único que hace es poner distancia entre los cuerpos, la única relación que son capaces de sostener esos seres llamados a encuentros consigo mismo, dentro de ese mundo virtual donde el exhibicionismo no hace mas que diluir la frontera entre lo privado y lo público, de la misma forma en que se están diluyendo las dicotomías fundacionales, donde nada es como se muestra y donde no se trata de descubrir el “objeto del deseo, ese obscuro” sino el lugar desde donde se desea. En este mundo donde la oferta es tan amplia como la demanda, (por lo tanto a la señorita que exige garantía deberían contestarle que la única garantía es el cambio de un deseo por el siguiente) haríamos muy bien y seria sano que estos benditos monitores; como leí en un articulo, “no nos hagan olvidar los placeres de los cuerpos que se tocan, que se acarician, que se besan, que copulan y que se emocionan y que se emocionan en un largo abrazo”
Bien por vos, bien por ayudar a la reflexión de quienes te siguen.
Saludos
Vicky