En medio de lo cotidiano, eso cotidiano tan vapuleado y banalizado a veces, se trastoca, se difunde y se invisibiliza, muchas veces, lo importante.
Detenerse un instante a mirarse a la cara, frente a frente, y verse al espejo para saber qué hay allí, aquí, en este paquete de fluidos y mucosas que se desliza por el tiempo acotado y en el espacio reducido.
¿De cuántas voces nos habremos alimentado? ¿De qué partes, de qué multitudinarios fragmentos aportados y absorbidos constaremos? ¿De cuántas de esas pequeñas cosas de los otros nos habremos nutrido? ¿Cuántas ventanas habremos abierto nosotros y cuántas nos habrán invitado a abrir? ¿Cuántas otras nos habrán mostrado?
Es el resultado intangible de ideas y caricias y miradas y pensamientos y silencios y esperas y sonrisas y arrebatos y pasiones y elecciones y elogios y vehemencias y descubrimientos y sonidos y aromas y costumbres y decisiones y padecimientos y abrigos y … y… y…
En medio del descomunal silencio de un mundo sin contornos definidos, de bullicios exhalados que dicen nada; de la velocidad del kilobite y los megahertz; de la palabra vaciada y despojada, a veces, algunas veces, surge algún encuentro. Una mirada, un gesto, una inflexión en la voz, un pensamiento que brota de la boca de alguien significativo, una melodía y la ventana se abre, y uno sencillamente por amor, se anima y mira del otro lado y, acompañado por la dulce serenidad del conquistador que ya recorrió el mismo camino, se encuentra ante una perspectiva diferente, en un vértice del prisma que nunca había visitado.
Estamos, en este instante, todos juntos las Matilde de Sábato y las Mercedes de García Márquez y las Simone de Beauvoir de Sastre y las Gala de Dalí y las Giulietta Masina de Fellini y las Frida de Rivera -y muchos otros que vienen llegando-, y de momento acordamos en que en el itinerario de la vida hay personas necesarias pero, las que más nos gustan, son aquellas que se convierten en fundamentales. Sin ellas, no seríamos lo que somos. Sin ellas no habríamos recorrido muchos de los senderos que se bifurcan y cuya colateralidad no habríamos convertido en instancia principal de no haber sido guiados por aquella paciente novedosa mirada.
Hay sustancia y peso y consistencia y contenido en nosotros gracias a esos seres fundamentales.
En cuanto a mí, quienes han sido y son esos FUNDAMENTALES, sabrán encontrar aquí mi incompleto homenaje.
Detenerse un instante a mirarse a la cara, frente a frente, y verse al espejo para saber qué hay allí, aquí, en este paquete de fluidos y mucosas que se desliza por el tiempo acotado y en el espacio reducido.
¿De cuántas voces nos habremos alimentado? ¿De qué partes, de qué multitudinarios fragmentos aportados y absorbidos constaremos? ¿De cuántas de esas pequeñas cosas de los otros nos habremos nutrido? ¿Cuántas ventanas habremos abierto nosotros y cuántas nos habrán invitado a abrir? ¿Cuántas otras nos habrán mostrado?
Es el resultado intangible de ideas y caricias y miradas y pensamientos y silencios y esperas y sonrisas y arrebatos y pasiones y elecciones y elogios y vehemencias y descubrimientos y sonidos y aromas y costumbres y decisiones y padecimientos y abrigos y … y… y…
En medio del descomunal silencio de un mundo sin contornos definidos, de bullicios exhalados que dicen nada; de la velocidad del kilobite y los megahertz; de la palabra vaciada y despojada, a veces, algunas veces, surge algún encuentro. Una mirada, un gesto, una inflexión en la voz, un pensamiento que brota de la boca de alguien significativo, una melodía y la ventana se abre, y uno sencillamente por amor, se anima y mira del otro lado y, acompañado por la dulce serenidad del conquistador que ya recorrió el mismo camino, se encuentra ante una perspectiva diferente, en un vértice del prisma que nunca había visitado.
Estamos, en este instante, todos juntos las Matilde de Sábato y las Mercedes de García Márquez y las Simone de Beauvoir de Sastre y las Gala de Dalí y las Giulietta Masina de Fellini y las Frida de Rivera -y muchos otros que vienen llegando-, y de momento acordamos en que en el itinerario de la vida hay personas necesarias pero, las que más nos gustan, son aquellas que se convierten en fundamentales. Sin ellas, no seríamos lo que somos. Sin ellas no habríamos recorrido muchos de los senderos que se bifurcan y cuya colateralidad no habríamos convertido en instancia principal de no haber sido guiados por aquella paciente novedosa mirada.
Hay sustancia y peso y consistencia y contenido en nosotros gracias a esos seres fundamentales.
En cuanto a mí, quienes han sido y son esos FUNDAMENTALES, sabrán encontrar aquí mi incompleto homenaje.