Vivir
el desorden, habitar el caos domestico, desobedecer la salud,
entregarme al daño de un devenir incompleto. Mis ojeras ya no son por
falta de sueño; son parte de la estética del rostro en descuido, la
belleza de la secuela, el daño de la desobediencia. El daño no es un
dolor indeseado. Cuando el caos del cuerpo reconforta, el daño es la
secuela de un placer poco convencional. La porfía ante un
cuerpo saludable, la desnutrición como consecuencia de la resistencia
siempre precaria, en desborde, lejos de la estabilidad masculina de una
resistencia tradicional. Mis ojeras son la constante desorganización del
tiempo biológico que alguna vez (des)aprendí en el colegio. Fuera del
dramatismo humanista del cuidado del cuerpo, transitar en el descuido de
la desobediencia. En el espacio -siempre reducido- domestico que
habito, el caos de mis ganas sólo sabe habitarse en precariedad. Cuando
esta resistencia deje de bordear siempre el daño, dejará de ser
resistencia. El cuerpo cansado es la secuela de un deseo
inconmensurable, de ese devenir periférico siempre amenazado por el
deterioro, en constante fuga del centro solido.
desde: Mi botadero
1 comentario:
Por si te interesa leerlo
http://valpoapartado.blogspot.com/2014/02/de-plastico.html
:)
Publicar un comentario