Con gritos y aleteos inesperados y un alboroto que al principio, para el observador desprevenido, pudo parecer de pánico, el bullicio dio lugar el verdadero sentido del ajetreo: Todo no era otra cosa que una alegre bienvenida.
Las dos señoras se acercaron con enormes mochilas llenas de alimento y las gansos las reconocieron desde una considerable distancia.
Les traían algo tan básico como trozos de pan que los animales recibieron con una alegría inexplicable.
Algo tan básico como eso y en ese gesto, una enorme muestra de amor.
A veces me dejo llevar por el optimismo y pienso que todavía nos queda un poquito de esperanza...
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