Con el auge de los smartphones y sus crecientes posibilidades fotográficas también ha surgido una corriente de prejuicios
a considerar. Muchos aficionados y profesionales de esto de la
fotografía se han tomado muy mal que cualquiera con un simple móvil
pueda tomar fotografías y compartirlas en la red con enorme facilidad. Un espacio que antes intentaban ocupar demostrando lo buenas y potentes que son sus cámaras.
Es solo la punta del iceberg. Hace ya algunos años, los pioneros en
sacarle todo el partido a la cámara de un smartphone eran tachados de
todo menos de fotógrafos. ¿Era una aversión a los
nuevos fotógrafos que han abrazado esta nueva etapa de la fotografía con
entusiasmo o es una aversión al dispositivo? Como si el dispositivo
utilizado fuera el que te coloca en un lugar más alto o más bajo en la
escala de valores artísticos fotográficos.
Smarphone ¿un killer? no, un friend
Mucho también se escribe y comenta –especialmente en el entorno tecnológico– sobre este auge de la fotografía con móvil, cómo le están comiendo el terreno a los fabricantes de cámaras,
y como si esto fuera a acabar con la fotografía como hasta ahora la
conocemos. Eso piensan los más drásticos, otros simplemente vaticinan la
muerte de las compactas. Pues ni una cosa ni otra. Simplemente estamos
ante una etapa de velocidad vertiginosa en lo tecnológico que, a muchos,
les hace perder el centro de atención: la fotografía.
Si echamos un vistazo a las cifras que está consiguiendo la fotografía tomada con un móvil nos damos cuenta que no se trata de un fenómeno pasajero. Que el éxito de Instagram no es debido a una moda que caerá (aunque se abuse de los filtros). Es la consagración de una nueva etapa, algunos la denominamos “revolución” porque lo es en esencia, pero en absoluto es el fin de nada. Muy al contrario, ha abierto las posibilidades de la fotografía, ha multiplicado las formas de contar historias con imágenes y también ha llegado y llega a muchas más personas.
En cierto modo podríamos decir que ha democratizado la
fotografía, pero en realidad es algo que se había “logrado” con el auge
de la fotografía digital. Ahora simplemente estamos en una nueva etapa. En la que la fotografía se ha expandido aún más. Y eso es positivo.
Fotografía sin etiquetas
Al final resulta que toda la conversación se centra en etiquetas. Fotografía con móvil. ¿No es fotografía? ¿acaso denominamos fotografía con réflex? ¿fotografía con compactas? ¿acaso Daido Moriyama es menos fotógrafo por haber usado siempre una compacta? ¿menospreciamos a Richard Avedon o Helmut Newton por haber usado Polaroids?
Se trata de una etiqueta usada de forma peyorativa para menospreciar
el uso de un dispositivo móvil como herramienta para capturar imágenes.
Cada uno es libre de usar la cámara que quiera. Y la usará según sus
necesidades, según se sienta más cómodo, según se adapte al trabajo, a
las imágenes que quiere tomar.
La fotografía con un smartphone sigue siendo fotografía.
Con la misma magia que si es tomada con otra cámara digital. Y se
pueden hacer buenas y malas capturas. En realidad hacen las mismas
buenas o malas fotografías que cualquier otra cámara, sin escalas, sin
importar precio, tamaño, marca o aceptación.
Más sentido común y menos prejuicios
Estamos asistiendo a cómo buenos fotógrafos son capaces de extraer mucho partido a un smartphone.
De contar historias, de mostrar imágenes y de imponer su estilo sin
tantos prejuicios. Mientras unos temerosos miran por encima del hombro,
algunos fotógrafos están logrando trabajos sobresalientes.
También llegan a las paredes de galerías y protagonizan
exposiciones. ¿No lo merecen? ¿no son dignas de exponerse porque están
tomadas con un smartphone? llevado a una comparación muy obvia, es como
si un dibujo a lápiz o una acuarela no pudiera compararse con un óleo y
merecer estar en un museo si su autor es un verdadero artista. Da igual la técnica, da igual la cámara.
En definitiva, la fotografía tomada con móvil está logrando cambiar muchas cosas
en la fotografía. Además de expandirla, de aumentar la afición entre
muchos aficionados, de descubrir la magia del poder de la imagen,
también está radicalizando los prejuicios.
Especialmente existentes en los menos capaces, en los inadaptados, en
los que sobrevaloran la cámara. Solo espero que algunos se sacudan estos
prejuicios y abracen el sentido común.
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