“Recordando estas cosas mientras alistaban el baúl de José Arcadio, Úrsula se preguntaba si no era preferible acostarse de una vez en la sepultura y que le echaran la tierra encima, y le preguntaba a Dios, sin miedo, si de verdad creía que la gente estaba hecha de fierro para soportar tantas penas y mortificaciones; y preguntado y preguntado iba atizando su propia ofuscación, y sentía unos irreprimibles deseos de soltarse a despotricar como un forastero, y de permitirse por fin un instante de rebeldía, el instante tantas veces anhelado y tantas veces aplazado de meterse la resignación por el fundamento y cagarse de una vez en todo, y sacarse del corazón los infinitos montones de malas palabras que había tenido que atragantarse en todo un siglo de conformidad.
—¡Carajo! —gritó.
Amaranta, que empezaba a meter la ropa en el baúl, creyó que le había picado un alacrán.
—¿Dónde está? —preguntó Amaranta.
—¿Qué?
—¡El animal! —aclaró Amaranta.
Úrsula se puso un dedo en el corazón.
—Aquí —dijo.”
Gabriel García Márquez Cien años de soledad
Iba a mandarte un beso, pero para que no haga el viaje solo te mando un montón.
2 comentarios:
“Recordando estas cosas mientras alistaban el baúl de José Arcadio, Úrsula se preguntaba si no era preferible acostarse de una vez en la sepultura y que le echaran la tierra encima, y le preguntaba a Dios, sin miedo, si de verdad creía que la gente estaba hecha de fierro para soportar tantas penas y mortificaciones; y preguntado y preguntado iba atizando su propia ofuscación, y sentía unos irreprimibles deseos de soltarse a despotricar como un forastero, y de permitirse por fin un instante de rebeldía, el instante tantas veces anhelado y tantas veces aplazado de meterse la resignación por el fundamento y cagarse de una vez en todo, y sacarse del corazón los infinitos montones de malas palabras que había tenido que atragantarse en todo un siglo de conformidad.
—¡Carajo! —gritó.
Amaranta, que empezaba a meter la ropa en el baúl, creyó que le había picado un alacrán.
—¿Dónde está? —preguntó Amaranta.
—¿Qué?
—¡El animal! —aclaró Amaranta.
Úrsula se puso un dedo en el corazón.
—Aquí —dijo.”
Gabriel García Márquez
Cien años de soledad
Iba a mandarte un beso, pero para que no haga el viaje solo te mando un montón.
Espero que esto no aplique a tu trabajo, porque me sentiría muy afectada...
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