Mendoza es reconocida y premiada a nivel mundial por sus bodegas y por la calidad de sus vinos. Mendoza es la tierra del sol y del buen vino.
Según Testimonios históricos, años después de la fundación de Mendoza la actividad vitivinícola contaba con un progreso notable y la responsabilidad se le atribuye a Pedro del Castillo - primer fundador de Mendoza - quien habría introducido la vid desde Chile. Otra teoría es que Juan Jufré - el segundo fundador de Mendoza - fue el responsable junto al padre Cidrón de las primeras plantaciones entre 1569 y 1575.
La zona de Cuyo, principalmente Mendoza, albergó la actividad vitivinícola de tal forma que en el año 1700 las tierras se cotizaban por la cercanía a la plaza principal y por la cantidad de vides que estas contenían.
Varias leyendas rodean a la aparición del vino, por primera vez en el mundo, una de las leyendas griegas le atribuye a Dionisos la idea de cultivar la vid y extraer de ella el vino; otra dice que fue descubierta por el pastor Estafilo que encontró a una de sus cabras comiendo los frutos de una planta, tomó los frutos y se los llevo a su amo, Oinos, quién al colocarlos en un cuenco, extraerles el jugo y beberlo comprobó que se regocijaba cada vez que lo tomaba.
Cuenta la leyenda persa que de las semillas que un ave dejó caer a los pies del rey Djemchid nacieron plantas que dieron abundantes frutos y que al beber su favorita el oscuro jugo fermentado de éstos frutos se durmió profundamente y al despertar se sintió curada y feliz. Entonces el rey nombró al vino Darou é Shah ( el remedio del rey ). Cuando su descendiente Cambises fundó Persépolis los viticultores plantaron viñas alrededor de la ciudad dando origen al célebre vino de Shiraz, ciudad próxima a Persépolis.
El libro del Génesis de la Biblia refiere que Noé, una vez terminado el diluvio, planta vides y bebe vino haciendo coincidir el renacimiento de la humanidad con el nacimiento del vino.
Sin embargo a la luz de conocimientos recientes, sabemos que la vid tanto silvestre como vinífera existe desde la Era Terciaria puesto que se ha encontrado hojas registradas en las piedras y semillas en asentamientos prehistóricos, en tumbas, pirámides y en pequeñas ánforas en las ruinas de ciento de ciudades. Todo ello no hace mas que atestiguar la gran antigüedad de este cultivo demostrando al mismo tiempo que el vino fue conocido por todos los pueblos antiguos desde la India hasta las Galias porque la práctica de la cosecha de racimos salvajes de vitus vinífera para obtener una bebida inspiradora era muy sencilla.
Así desde el mítico monte Ararat, que se levanta en el este de Turquía, en el que nacen varios ríos que se convierten en afluentes del Eufrates y del Tigris, la vid viajó a la cuna de la civilización, expandiéndose hacia los cuatro puntos cardinales. Por eso por su expansión hacia el Oeste que la viña conquista al mundo de la mano de los mercaderes fenicios y griegos a través del desarrollo del comercio marítimo en el Mediterráneo.
Los romanos atribuían a Saturno sus viñedos famosos y obtenían vinos que debido a su método de elaboración durante el cual le agregaban miel, alquitrán y otras sustancias para conservarlos, no serían hoy de nuestro agrado.
Tras la conquista romana el cultivo de la vid se generalizó en todo el territorio del Imperio y la fabricación de vinos se convirtió en una fuente de riqueza especialmente en la Galia Narbonnaise (sur de Francia), en el Gaillac, en el Este francés y en el Hermitage, sobre el Ródano, convirtiéndose las Galias en el centro del intercambio y la venta de vinos hacia todas las zonas europeas.
Durante la Edad Media se diseña el nuevo mapa vitivinícola de Europa bajo la impronta del prestigio de los vinos regionales y de las creencias religiosas, cristianas e islámicas. En el renacimiento comienza una nueva etapa en la historia del vino, porque en los siglos XV y XVI cuando se mejoran los sistemas de vinificación y los vinos de Borgoña, Champaña y Burdeos, en Francia, comienzan a adquirir la fama que los hará célebres. Sin olvidar a Don Perignon que descubre el modo de preparar el champaña espumoso.
La tradición de los vinos franceses llegó a América con los españoles, que transportaban durante la Conquista las especies vegetales mas importantes para ellos: la higuera, el olivo y la vid. A la Argentina la vid llegó desde Chile junto a los primeros colonizadores que pisaron nuestro país.
El terruño mendocino disfruta de óptimas condiciones para el cultivo de la vid.
Un clima adecuado y el saber de varias generaciones fue propicio para lograr vinos competitivos con los del Viejo Mundo.
Las viñas y las bodegas, en su desarrollo, fueron modificando el uso del suelo y del espacio, creando nuevos ejes poblacionales, valorizando nuevas tierras que dieron origen a lo que hoy es el Gran Mendoza. Siempre en un constante esfuerzo para distribuir el agua y contener al desierto.
Siguiendo las tendencias y desarrollo mundial del sector vitivinícola, Argentina ha marcado desde hace unos años la continuidad de este mismo proceso en el extremo sur de América Latina.
El suceso del vino renació con vigor en el país, por la confluencia de dos fenómenos: una demanda creciente y un cambio en la estrategia de los pioneros en la actividad.
Mendoza, en sus cinco oasis, desarrolló el centro vitivinícola más importante de América Latina, con un 70 por ciento de la superficie cultivada del viñedo nacional. Méritos genuinos para ser distinguida como una de las capitales mundiales del Vino.
En la actualidad el fenómeno del turismo vitivinícola y los denominados “Caminos del Vino”, significan algo más que realizar una visita a la Bodega y participar en la Gran Fiesta de la Vendimia. Consiste en el descubrimiento de la cultura escondida detrás de las tonalidades borravinas que se remontan a tiempos y tierras ancestrales.
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