El mundo nunca supo tanto de sí mismo y de su naturaleza como ahora, pero no le sirve de nada. Siempre hubo maremotos, fíjese. Lo que pasa es que antes no pretendíamos tener hoteles de lujo en primera línea de playa... El hombre crea eufemismos y cortinas de humo para negar las leyes naturales. También para negar la infame condición que le es propia. Y cada despertar le cuesta los doscientos muertos de un avión que cae, los doscientos mil de un tsunami o el millón de una guerra civil.
1 comentario:
Definitivamente estamos haciendo algo mal, muy mal diría.
Me debo este libro, lo he regalado, pero no lo he leído.
Abrazo
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