Como en toda rutina conformada y consentida, los actos se repiten con la meticulosidad de la liturgia insípida tal como aquellas cosas que se frecuentan sin saber en qué momento se constituyen.
Treinta y cinco años de verse las caras, “en la salud y en la enfermedad”, en las buenas y en las malas, “hasta que la muerte los separe”. Treinta y cinco años de repetir el saludo de la vuelta del trabajo y el de la mañana hasta gastarlos y vaciarlos de contenido; hasta convertirlos en una onomatopeya carente de sentido. Treinta y cinco años de meterse entre las sábanas hasta que crecieron las excusas necesarias para evitar lo evitable.
Se miran sin mirarse, se hablan sin escucharse, se juntan sin encontrarse, se tocan sin conmoverse.
De vez en cuando recorren los exactos hitos de la liturgia que les manda concurrir a alguna reunión familiar juntos, al cine juntos, a cenar juntos, de paseo juntos, de vacaciones juntos. Pero no se miran, no se escuchan y no se sienten.
Los hijos del ritual ya partieron y ahora están de nuevo como al principio pero con menos entusiasmo. Casi ninguno.
A veces piensan en abandonarse pero el agujero los conmina a resistir; a resistirse.
Y están sentados uno al lado del otro, como hace treinta y cinco años, con menos esperanzas, con menos sentido de la pasión, con menos amaneceres y todos los ocasos en los ojos.
Ya no piensan en las pérdidas. Esas que se escurrían dejando pasar el tiempo en el lugar equivocado. Ahora, ya no existe el tiempo perdido, ni las oportunidades que se esfuman, ni los anhelos que cumplir. Están uno junto al otro, atados por milenios de silencio en torno a la búsqueda del propio deseo. Aquellas bocas amordazadas hoy amordazan sus emociones. Hicieron lo que había que hacer, por eso esperaban otra cosa...
Como en toda rutina consentida y conformada, los actos, con la meticulosidad de la liturgia insípida, se repiten tal como aquellas cosas que, sin saber en qué momento se constituyen, se frecuentan.
Treinta y cinco años de verse las caras, “en la salud y en la enfermedad”, en las buenas y en las malas, “hasta que la muerte los separe”. Treinta y cinco años de repetir el saludo de la vuelta del trabajo y el de la mañana hasta gastarlos y vaciarlos de contenido; hasta convertirlos en una onomatopeya carente de sentido. Treinta y cinco años de meterse entre las sábanas hasta que crecieron las excusas necesarias para evitar lo evitable.
Se miran sin mirarse, se hablan sin escucharse, se juntan sin encontrarse, se tocan sin conmoverse.
De vez en cuando recorren los exactos hitos de la liturgia que les manda concurrir a alguna reunión familiar juntos, al cine juntos, a cenar juntos, de paseo juntos, de vacaciones juntos. Pero no se miran, no se escuchan y no se sienten.
Los hijos del ritual ya partieron y ahora están de nuevo como al principio pero con menos entusiasmo. Casi ninguno.
A veces piensan en abandonarse pero el agujero los conmina a resistir; a resistirse.
Y están sentados uno al lado del otro, como hace treinta y cinco años, con menos esperanzas, con menos sentido de la pasión, con menos amaneceres y todos los ocasos en los ojos.
Ya no piensan en las pérdidas. Esas que se escurrían dejando pasar el tiempo en el lugar equivocado. Ahora, ya no existe el tiempo perdido, ni las oportunidades que se esfuman, ni los anhelos que cumplir. Están uno junto al otro, atados por milenios de silencio en torno a la búsqueda del propio deseo. Aquellas bocas amordazadas hoy amordazan sus emociones. Hicieron lo que había que hacer, por eso esperaban otra cosa...
Como en toda rutina consentida y conformada, los actos, con la meticulosidad de la liturgia insípida, se repiten tal como aquellas cosas que, sin saber en qué momento se constituyen, se frecuentan.
9 comentarios:
Es tan terrible lo que has escrito, que yo lo archivaría como cuento de horror, o como cuento de lo cotidiano.
Es tanto el frió que me ha entrado al leerlo, que aun no he conseguido quitármelo de encima.
Solo tendrías que haber añadido el nombre de mis padres, para pensar que estaba viendo un antiguo video de mí casa, claro, que faltarían los detalles más sórdidos.
Hoy no tuve un buen día, fue un día de fantasmas, de esos, que recuerdas todo aquello que te prometes no te pasara a ti, solo, que la vida nunca promete, es mas bien como una puta vieja, que esta siempre al acecho maquinando donde te puede hacer más daño.
Por eso, me gustan los colores estridentes y chillones en las fotografías, que le den a la vida, pienso pintarla como me de la gana.
Besos (todavía conmocionados)
ja ja ja!!!!
no creo que hayas tenido que esforzarte demasiado para escribir esta historia..
a mi me dio risa....
dicen:
es preferible reír que llorar
los ratos buenos hay que aprovechar
los ratos malos mejor olvidar
mirar al mundo con alegría.....
besos cantados.
Una tan triste, tan gris...La otra, tan risueña...Sí, hablo de tus dos comentaristas...Y en cuanto a mí...Pues me dió el hastío,(no el hastío de leerte) sino el hastío de esa escena previsible, que devora con su bocaza todo lo poéticamente vivo.
Que ganas de llorar en esta tarde gris....
Querida Andy, para tu tranquilidad (y la mía, por supuesto) te diré, que si bien ayer no tuve un buen día (hacia frió y no paraba de llover), hoy, ha salido el sol y hace un día esplendido, y ya no estoy gris.
Los disgustos me duran bien poco (normalmente, hasta que pillo otro), no soy capaz de estar mucho tiempo enfadada ni disgustada, no sirve de nada.
Pero como ya tenía el día torcido desde la mañana, solo me falto pasarme por la casa de tu amigo, para acabar de arreglarlo.
De normal, más que color gris, tengo color tiza blanco, y como ese color, el gris no me gusta nada, me pinto el pelo de rojo (casi tomate), y para acabar de arreglarlo, me pierden los colores estrafalarios en la ropa, por lo que cuando me viene un día de fantasmas, más que una tipa gris, parezco una tipa rara con cara de pocos amigos.
De haber leído hoy el relato, que estoy bastante contenta, y solo por fastidiar, tendría bien claro, que lo relatado, es solo el exterior, lo que se ve a simple vista, pero que ella (la protagonista), nos engaña a todos, pues desde hace años, ese fin de semana al mes, y esa semana de vacaciones al año, cuando les dice a todos que se marcha con el grupo de estudios, lo cierto, es que se encuentra con el hombre de su vida, ese, con el que hace ya tantos años que se ve. Porque la cantidad es lo de menos, y es la intensidad lo que importa.
Y sabes, seguro que cuando se ven una vez al mes, ella le recita al oído poemas como este:
AQUÍ EN MI CUERPO (Renata Durán, Colombia 1950)
Aquí en mi cuerpo
acabó de pasar el mediodía
y por mi piel respira un agua
atardecida.
Los labios están secos,
guardo en la lengua
los aromas.
Si acaso pusieras
tu mano
entre mis muslos
sabrías que estás vivo.
Saborearías mi sal.
Haríamos un pozo
en el tiempo,
y dejaríamos que el sol
nos madurara.
Besos para todos (Lo ultimo que hay que tener, es hastió, y menos de los besos)
Vengo después de unas horas y esto casi se convierte en un velorio...
Por suerte algunas tienen cambios rápidos de ánimo y otras directamente siguen de largo con una carcajada...
Y en cuanto al hastío... a veces uno se hastía de sí mismo.
Besos ciclotímicos, histéricos y tediosos.
Ay, que triste.
Me dió una puntada en el estómago.
Y esa foto... esa foto...
Besos querido JOP.
Es verdaderamente triste, Wonder...
Una tristeza que se mete en la carne...
Y hay veces que las imágenes dicen fríamente más que cualquier cosa que intentemos expresar.
Besos heroína querida.
Cada uno carga las imagenes con su historia, vivida o imaginada. Crecer juntos como pareja tambien significa que esos momentos silenciosos, lacónicos y aparentemente estáticos, deban tomarse como lo que pueden ser: un acto mas de amor. Será que lo que había que hacer; esperar junto al ser que elegimos para andar esa ruta compartida; es hacer un alto, recordar y pensar que hasta el hastío valió la pena.
Al menos eso es lo que elegiría yo.
Seguiré visitándote.
Juan Manuel
"Cada quien alcanza la verdad que es capaz de soportar", amigo Juan Manuel, así de sencillo.
Gracias por tu visita y tenés las puertas siempre abiertas para venir cuando lo desees.
Un abrazo.
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