RONDO.
Llueve otra vez. Llueve de nuevo. Llueve:
siempre el amor me llega con la lluvia.
Sobre la calle una llovizna breve
y aquí en mi corazón, cómo diluvia...
Llueve. Y el agua cae sin relieve
sobre las piedras, ávidas de lluvia.
Aquí en mi corazón, cómo remueve;
aquí en mi corazón, cómo diluvia.
Siempre el amor me llega así. Sin ruido,
con silencioso paso estremecido:
niebla menuda que después diluvia.
Siempre el amor me llega así, callado,
con silencioso andar desesperado...
Y no sé dónde estás. Y está la lluvia.
ESTE MIEDO.
Este miedo de ti, de mí… De todo,
miedo de lo sabido y lo entrevisto,
temor a lo esperado y lo imprevisto,
congoja ante la nube y ante el lodo.
Déjame estar. Así. ¿No te incomodo?…
Abajo ya es la noche, y hoy has visto
cómo acerca el temor: aún me resisto
pero me lleva a ti de extraño modo.
Déjate estar. No luches: está escrito.
Desde lejos nos llega, como un grito
o como un lerdo vértigo rugiente.
Me darás lo más dulce y más amargo:
una breve alegría, un llanto largo…
Sé que voy al dolor. Inutilmente.
NO ME MIRES ASÍ.
No me mires así… No has entendido
y es inútil tratarte de explicar.
No es rencor lo que siento: me ha vencido
un tremendo cansancio de pensar.
No me gusta tu amor: no eres un nido
donde acunar mi inmensa angustia impar,
donde aflojar mi cuerpo estremecido,
tenderlo simplemente. Descansar.
Fue tan simple, ¿verdad?… Tan vacilantes
mis arrestos, que extraña esta esquivez.
Tu no puedes saber. Y no te espantes:
si me muestro a tu amor tan descortés,
es que sirves tan sólo para el antes
e ignoras el sentido del después.
CÓMO DECIR DE PRONTO.
Cómo decir de pronto:
tómame entre las manos,
no me dejes caer. Te necesito:
acepta este milagro.
Tenemos que aprender a no asombrarnos
de habernos encontrado,
de que la vida pueda estar de pronto
en el silencio o en la mirada.
Tenemos que aprender a ser felices,
a no extrañarnos
de tener algo nuestro.
Tenemos que aprender a no temernos
y a no asustarnos
y a estar seguros.
Y a no causarnos daño.
DAME TU BRAZO.
Dame tu brazo, amor, y caminemos,
dame tu mano y sírveme de guía.
Ya no quiero saber si es noche o día:
mis ojos están ciegos. Avancemos.
Dame tu estar, amor, en los extremos,
tu presencia y tu fiel sabiduría:
por los caminos de la sangre mía
ya no sé si es que vamos o volvemos.
Y no digas nada. No es preciso.
Deja que vuelva al portico indeciso
desde donde no escucho ni presencio:
todo fue dicho ya, tan a menudo,
que ahora tengo miedo, amor, y dudo
de aquello que está al borde del silencio.
ESTE SABOR DE LÁGRIMAS.
Ni una palabra quedará, siquiera,
Amor que eras mi amor, que eras mi vida.
Ya no te digo adiós, ni hay despedida
Ni volveré a llorar por lo que fuera.
Dónde quedó el terror frente a la espera,
Dónde el pretexto fácil de la huida:
Estoy de pronto, como adormecida,
Brazos ausentes, párpados de cera.
Amor que eras mi amor, estas tan lejos
Que tu imagen se vela en los espejos
Y está la niebla donde había llamas.
Oigo que rondas pero no te veo,
Vuelvo a escuchar tu voz, pero no creo.
Ya no importa si estás ni si me llamas.
Llueve otra vez. Llueve de nuevo. Llueve:
siempre el amor me llega con la lluvia.
Sobre la calle una llovizna breve
y aquí en mi corazón, cómo diluvia...
Llueve. Y el agua cae sin relieve
sobre las piedras, ávidas de lluvia.
Aquí en mi corazón, cómo remueve;
aquí en mi corazón, cómo diluvia.
Siempre el amor me llega así. Sin ruido,
con silencioso paso estremecido:
niebla menuda que después diluvia.
Siempre el amor me llega así, callado,
con silencioso andar desesperado...
Y no sé dónde estás. Y está la lluvia.
ESTE MIEDO.
Este miedo de ti, de mí… De todo,
miedo de lo sabido y lo entrevisto,
temor a lo esperado y lo imprevisto,
congoja ante la nube y ante el lodo.
Déjame estar. Así. ¿No te incomodo?…
Abajo ya es la noche, y hoy has visto
cómo acerca el temor: aún me resisto
pero me lleva a ti de extraño modo.
Déjate estar. No luches: está escrito.
Desde lejos nos llega, como un grito
o como un lerdo vértigo rugiente.
Me darás lo más dulce y más amargo:
una breve alegría, un llanto largo…
Sé que voy al dolor. Inutilmente.
NO ME MIRES ASÍ.
No me mires así… No has entendido
y es inútil tratarte de explicar.
No es rencor lo que siento: me ha vencido
un tremendo cansancio de pensar.
No me gusta tu amor: no eres un nido
donde acunar mi inmensa angustia impar,
donde aflojar mi cuerpo estremecido,
tenderlo simplemente. Descansar.
Fue tan simple, ¿verdad?… Tan vacilantes
mis arrestos, que extraña esta esquivez.
Tu no puedes saber. Y no te espantes:
si me muestro a tu amor tan descortés,
es que sirves tan sólo para el antes
e ignoras el sentido del después.
CÓMO DECIR DE PRONTO.
Cómo decir de pronto:
tómame entre las manos,
no me dejes caer. Te necesito:
acepta este milagro.
Tenemos que aprender a no asombrarnos
de habernos encontrado,
de que la vida pueda estar de pronto
en el silencio o en la mirada.
Tenemos que aprender a ser felices,
a no extrañarnos
de tener algo nuestro.
Tenemos que aprender a no temernos
y a no asustarnos
y a estar seguros.
Y a no causarnos daño.
DAME TU BRAZO.
Dame tu brazo, amor, y caminemos,
dame tu mano y sírveme de guía.
Ya no quiero saber si es noche o día:
mis ojos están ciegos. Avancemos.
Dame tu estar, amor, en los extremos,
tu presencia y tu fiel sabiduría:
por los caminos de la sangre mía
ya no sé si es que vamos o volvemos.
Y no digas nada. No es preciso.
Deja que vuelva al portico indeciso
desde donde no escucho ni presencio:
todo fue dicho ya, tan a menudo,
que ahora tengo miedo, amor, y dudo
de aquello que está al borde del silencio.
ESTE SABOR DE LÁGRIMAS.
Ni una palabra quedará, siquiera,
Amor que eras mi amor, que eras mi vida.
Ya no te digo adiós, ni hay despedida
Ni volveré a llorar por lo que fuera.
Dónde quedó el terror frente a la espera,
Dónde el pretexto fácil de la huida:
Estoy de pronto, como adormecida,
Brazos ausentes, párpados de cera.
Amor que eras mi amor, estas tan lejos
Que tu imagen se vela en los espejos
Y está la niebla donde había llamas.
Oigo que rondas pero no te veo,
Vuelvo a escuchar tu voz, pero no creo.
Ya no importa si estás ni si me llamas.
1 comentario:
Cómo decir de pronto:
tómame entre las manos,
no me dejes caer. Te necesito:
acepta este milagro.
Tenemos que aprender a no asombrarnos
de habernos encontrado,
de que la vida pueda estar de pronto
en el silencio o en la mirada.
Tenemos que aprender a ser felices,
a no extrañarnos
de tener algo nuestro.
Tenemos que aprender a no temernos
y a no asustarnos
y a estar seguros.
Y a no causarnos daño.
Toda la obra de Julia entraña una belleza muy particular. Hoy, me quedo con este poema, como si fuera un regalo para mi alma. Gracias. Besos
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