viernes, 24 de agosto de 2007

Julia Prilutzky Farny.

RONDO.

Llueve otra vez. Llueve de nuevo. Llueve:
siempre el amor me llega con la lluvia.
Sobre la calle una llovizna breve
y aquí en mi corazón, cómo diluvia...

Llueve. Y el agua cae sin relieve
sobre las piedras, ávidas de lluvia.
Aquí en mi corazón, cómo remueve;
aquí en mi corazón, cómo diluvia.

Siempre el amor me llega así. Sin ruido,
con silencioso paso estremecido:
niebla menuda que después diluvia.

Siempre el amor me llega así, callado,
con silencioso andar desesperado...
Y no sé dónde estás. Y está la lluvia.


ESTE MIEDO.

Este miedo de ti, de mí… De todo,
miedo de lo sabido y lo entrevisto,
temor a lo esperado y lo imprevisto,
congoja ante la nube y ante el lodo.

Déjame estar. Así. ¿No te incomodo?…
Abajo ya es la noche, y hoy has visto
cómo acerca el temor: aún me resisto
pero me lleva a ti de extraño modo.

Déjate estar. No luches: está escrito.
Desde lejos nos llega, como un grito
o como un lerdo vértigo rugiente.

Me darás lo más dulce y más amargo:
una breve alegría, un llanto largo…
Sé que voy al dolor. Inutilmente.


NO ME MIRES ASÍ.

No me mires así… No has entendido
y es inútil tratarte de explicar.
No es rencor lo que siento: me ha vencido
un tremendo cansancio de pensar.

No me gusta tu amor: no eres un nido
donde acunar mi inmensa angustia impar,
donde aflojar mi cuerpo estremecido,
tenderlo simplemente. Descansar.

Fue tan simple, ¿verdad?… Tan vacilantes
mis arrestos, que extraña esta esquivez.
Tu no puedes saber. Y no te espantes:

si me muestro a tu amor tan descortés,
es que sirves tan sólo para el antes
e ignoras el sentido del después.


CÓMO DECIR DE PRONTO.

Cómo decir de pronto:
tómame entre las manos,
no me dejes caer. Te necesito:
acepta este milagro.
Tenemos que aprender a no asombrarnos
de habernos encontrado,
de que la vida pueda estar de pronto
en el silencio o en la mirada.
Tenemos que aprender a ser felices,
a no extrañarnos
de tener algo nuestro.
Tenemos que aprender a no temernos
y a no asustarnos
y a estar seguros.
Y a no causarnos daño.


DAME TU BRAZO.

Dame tu brazo, amor, y caminemos,
dame tu mano y sírveme de guía.
Ya no quiero saber si es noche o día:
mis ojos están ciegos. Avancemos.

Dame tu estar, amor, en los extremos,
tu presencia y tu fiel sabiduría:
por los caminos de la sangre mía
ya no sé si es que vamos o volvemos.

Y no digas nada. No es preciso.
Deja que vuelva al portico indeciso
desde donde no escucho ni presencio:

todo fue dicho ya, tan a menudo,
que ahora tengo miedo, amor, y dudo
de aquello que está al borde del silencio.


ESTE SABOR DE LÁGRIMAS.

Ni una palabra quedará, siquiera,
Amor que eras mi amor, que eras mi vida.
Ya no te digo adiós, ni hay despedida
Ni volveré a llorar por lo que fuera.
Dónde quedó el terror frente a la espera,
Dónde el pretexto fácil de la huida:
Estoy de pronto, como adormecida,
Brazos ausentes, párpados de cera.
Amor que eras mi amor, estas tan lejos
Que tu imagen se vela en los espejos
Y está la niebla donde había llamas.
Oigo que rondas pero no te veo,
Vuelvo a escuchar tu voz, pero no creo.
Ya no importa si estás ni si me llamas.

lunes, 20 de agosto de 2007

Un Senso. Vasco Rossi.

Voglio trovare un senso a questa sera
Anche se questa sera un senso non ce l’ha
Voglio trovare un senso a questa vita
Anche se questa vita un senso non ce l’ha
Voglio trovare un senso a questa storia
Anche se questa storia un senso non ce l’ha
Voglio trovare un senso a questa voglia
Anche se questa voglia un senso non ce l’ha
Sai che cosa penso
Che se non ha un senso
Domani arriverà...
Domani arriverà lo stesso
Senti che bel vento
Non basta mai il tempo
Domani un altro giorno arriverà...
Voglio trovare un senso a questa situazione
Anche se questa situazione un senso non ce l’ha
Voglio trovare un senso a questa condizione
Anche se questa condizione un senso non ce l’ha
Sai che cosa penso
Che se non ha un senso
Domani arriverà
Domani arriverà lo stesso
Senti che bel vento
Non basta mai il tempo
Domani un altro giorno arriverà...
Domani un altro giorno... ormai è qua!
Voglio trovare un senso a tante cose
Anche se tante cose un senso non ce l’ha.

martes, 14 de agosto de 2007

Fenómenos. NASA.

Crisis. Leandro Fogliatti. Fotos. JOP.



Margarita blanca sobre fondo rosado. ¿Art déco? No. La uña del dedo índice de la recepcionista de un gimnasio fashion, que señala un error en mi formulario de inscripción. “35 años”, me dice. “Así es”, le confirmo, “los cumplo hoy”. “Entonces tiene que marcar este otro casillero, señor; el de 35 a 40 años”. Y, esperando mi respuesta, se toma su tiempo para inflar un globito rosado que huele a tuti-fruti. Imagino que, en su próxima visita al dentista, un torno le roza una y otra vez su tierno nervio molar, al intentar eliminar una carie gigante, producto del exceso de azúcar que masca tan ruidosamente. No digo nada. Agarro el formulario y me siento a revisarlo.



Nombre: Leandro Fogliatti. Edad: ya quedó demasiado claro. Sexo: impredeciblemente ocasional. Ocupación: escritor. Estado civil: … Y ahí me detengo. Nunca renegué de mi soltería. Al contrario. La disfruté muchísimo. Pero, ¡epa!, estoy empezando a escribir en pasado. Es que desde hace algún tiempo, algo se siente diferente y, de manera humillante, una burócrata masca-chicle me lo pone delante. ¿Qué es lo que me está empezando a molestar de ser soltero? ¿Cuál es el problema? En una urbe como Buenos Aires, ¿a quién le importa el estado civil de las personas?

Ya en la calle, me encontré con una pareja de amigos y vecinos. “¡Feliz cumple, Lean!” Fernando y Scott se conocieron por internet, varios años atrás. Y parece que el flechazo fue tan certero que, en cuanto pudo, Scotty se despidió de California para radicarse en Buenos Aires, con ciudadanía y todo. Ahora administra un emprendimiento de turismo receptivo y sabe más de esta ciudad que cualquier porteño. Fue justo en ese momento, viendo lo bien que estaban juntos, que me enfrenté con la verdad. El problema no había sido la recepcionista del gimnasio. El problema (¡gran descubrimiento!) soy yo. Y no es que me moleste ser soltero. Simplemente, me jode estar solo.



Cuando volví a mi departamento le pregunté a mi room-mate, Gabriel, si no le pasaba lo mismo. “Acostumbrate”, fue su respuesta. “Si sos gay, sos solo; ¿o conocés alguna mariquita que esté dispuesta a bancarse en serio una relación?”, y volvió su atención al Showgirl de Kylie Minogue. ¿Sería tan así? ¿Es que los gays no somos capaces de comprometernos con una relación? ¿Eran Fer y Scotty una excepción?

Festejar un cumpleaños es buen plan cuando uno se siente solo. Así que reuní a un grupo de amigos y nos fuimos a PACHA BUENOS AIRES, uno de los tantos lugares friendlies de esta ciudad. Entre mis amigos estaba Gabriel, por supuesto, y también estaban Fer y Scotty, quienes aprovecharon la oportunidad para repartir las invitaciones de su (sorpresiva) unión civil. Tengo que ser sincero, no sé qué me molestó más: que usaran mi evento para invitarnos al suyo, o que se unieran.



Como sea, me pareció un buen momento para cumplir con mi ritual. Me acerqué a una barra, pedí un Frozen Margarita y salí a la terraza de la disco para refrescarme con la brisa de la costanera. Allí estaba yo, solo con mi Margarita, pensando en que no siempre se está tan mal solo, cuando vi su sonrisa por primera vez. “Se te manchó la camisa”, me dijo. Cierto (parece que el pulso también envejece, ¡cuac!). Alternando su mirada entre la mancha de Margarita y mis ojos asombrados, acercó un pañuelo blanco a mi camisa. Presionó sobre mi abdomen una, dos, ¡qué se yo cuántas veces!, hasta que una rubia inoportuna se asomó a la terraza y lo llamó. “Nacho, ¿nos vamos?” Me miró, me sonrió y se fue. Y yo me quedé ahí, mi figura recortada contra la luna, escuchando las olas del río, mientras pensaba que tal vez los 35 no fueran tan solitarios. Mientras sonreía como un boludo. Mientras olía su pañuelo.

sábado, 11 de agosto de 2007

Juntos. JOP.



Estaban juntos desde siempre; ya no recordaban desde cuando. Todo había sucedido tan rápido y tan fugaz a la vez que no tenían percepción del paso del tiempo. Tampoco tenían idea de cómo había sucedido. Pero ya no importaba. Estaban juntos y eso era lo substancial.
Desde el comienzo y sin saberlo tejieron una historia que se enhebraba sigilosa pero tenaz en la trama de la vida y aunque aquel hecho fuera intrascendente sumergido en la colosal temporalidad del Cosmos, dejaba una huella, minúscula e imperceptible pero que de algún modo modificaba el sigiloso tránsito del universo.
No habían habido interrogantes ni dudas ni cuestionamientos, todo sucedió de modo imprevisible, impensado y a la vez tenaz. Eso lo hacía genuino y único. Claro y preciso como la salida del sol.
Por eso sabían que todo adquiría un valor singular y superior al mismo tiempo. Ni mejor ni peor que todo, sino único y diferente.
Estaban juntos desde siempre porque ya no recordaban cómo había comenzado todo. Porque aquello había sido veloz y espontáneo sin dudas ni cuestionamientos y dejaba huella en algún descomunal intersticio del Universo.
No importaba ya cómo ni cuándo, sólo que contaban el uno con el otro y estaban juntos.