"Este es MI camino. Así respondo yo a los que preguntan por EL camino. EL camino, en efecto, no existe."
La respuesta del Zaratustra de Nietzsche (¡siempre Nietzsche!) para responder contra la moral normativizadora, pero también, una respuesta que alcanza al sujeto en las circunstancias de su devenir; de su mera existencia individual.
Nietzsche; ese ser atormentado y genial, solitario e hipocondríaco, lúcido como pocos y rebelde como ninguno, eligió un camino, propio, que nadie pudo seguir porque era único. Se internó en el intelecto pero no para escaparle a la emoción porque él clamaba por el regreso y la necesidad de la emoción que la tradición filosófica había expulsado con la división cuerpo alma; con la exacerbación de la razón*.
Eligió, de eso se trataba, y al hacerlo rompió con la tradición y los esquemas. Y esa decisión tuvo un costo, la expulsión y el aislamiento. Ser diferente siempre aleja de las multitudes. Por eso se decía a sí mismo un filósofo del futuro. Emociona leerlo: "Hay quien nace póstumo".
Por eso siempre su legado es pertinente. Porque enseñó en acto, con sus propias acciones aquello con lo que martillaba a la humanidad. Y saberlo Humano, demasiado humano, es el modo que prefirió para hacernos llegar la calma pero también la inquietud.
Él eligió y mostró en acto –insisto-, que esas decisiones cambian el rumbo pero que, más allá del resultado, bajo la premisa fundamental de la responsabilidad por los actos, constituye un destino, un devenir, pero propio y voluntario.
Por eso, la pregunta clamada por todos referente al fin, sobre qué hay allí, en los confines del derrotero, se torna misteriosa y profunda, sencillamente, porque la respuesta ansiada no existe. No existe en los términos en que se formula el interrogante. No por nada Machado escribió para que se cantara su caminante no hay camino…
No hay respuestas para el destino ni para los finales; ni para el mientras tanto ni para los límites. No las hay para el más aquí ni para el más allá. Simplemente porque no existen tales cosas. Existe el sueño profundo de la religión y los dogmas, pero eso es otra cosa. Simplemente existe el devenir y la aceptación de haber elegido un camino u otro; una bifurcación o la línea recta, el sí o el no.
Aceptación; una palabra simple y sin embargo, difícil de asir tantas veces. Y sin embargo, la única maniobra posible en el final.
La respuesta del Zaratustra de Nietzsche (¡siempre Nietzsche!) para responder contra la moral normativizadora, pero también, una respuesta que alcanza al sujeto en las circunstancias de su devenir; de su mera existencia individual.
Nietzsche; ese ser atormentado y genial, solitario e hipocondríaco, lúcido como pocos y rebelde como ninguno, eligió un camino, propio, que nadie pudo seguir porque era único. Se internó en el intelecto pero no para escaparle a la emoción porque él clamaba por el regreso y la necesidad de la emoción que la tradición filosófica había expulsado con la división cuerpo alma; con la exacerbación de la razón*.
Eligió, de eso se trataba, y al hacerlo rompió con la tradición y los esquemas. Y esa decisión tuvo un costo, la expulsión y el aislamiento. Ser diferente siempre aleja de las multitudes. Por eso se decía a sí mismo un filósofo del futuro. Emociona leerlo: "Hay quien nace póstumo".
Por eso siempre su legado es pertinente. Porque enseñó en acto, con sus propias acciones aquello con lo que martillaba a la humanidad. Y saberlo Humano, demasiado humano, es el modo que prefirió para hacernos llegar la calma pero también la inquietud.
Él eligió y mostró en acto –insisto-, que esas decisiones cambian el rumbo pero que, más allá del resultado, bajo la premisa fundamental de la responsabilidad por los actos, constituye un destino, un devenir, pero propio y voluntario.
Por eso, la pregunta clamada por todos referente al fin, sobre qué hay allí, en los confines del derrotero, se torna misteriosa y profunda, sencillamente, porque la respuesta ansiada no existe. No existe en los términos en que se formula el interrogante. No por nada Machado escribió para que se cantara su caminante no hay camino…
No hay respuestas para el destino ni para los finales; ni para el mientras tanto ni para los límites. No las hay para el más aquí ni para el más allá. Simplemente porque no existen tales cosas. Existe el sueño profundo de la religión y los dogmas, pero eso es otra cosa. Simplemente existe el devenir y la aceptación de haber elegido un camino u otro; una bifurcación o la línea recta, el sí o el no.
Aceptación; una palabra simple y sin embargo, difícil de asir tantas veces. Y sin embargo, la única maniobra posible en el final.
* "En otro tiempo, en la conciencia del hombre, en el espíritu, se
columbraba la prueba de su alto origen, de su divinidad; para hacer
perfecto al hombre se le aconsejó que ocultara en si los sentidos lo
mismo que las tortugas, que suspendiera sus relaciones con los
hombres, que depusiera la envoltura mortal; entonces habría quedado
de él lo principal: el espíritu puro. También sobre este punto pensamos
nosotros mejor; el ser consciente, el espíritu, es considerado por
nosotros precisamente como síntoma de una relativa imperfección del
organismo, como un intentar, un tentar, un fallar; como una fatiga en la
que se gasta inútilmente mucha fuerza nerviosa; nosotros queremos
que una cosa cualquiera pueda ser hecha de modo perfecto hasta
cuando es hecha conscientemente. El espíritu puro es una pura
impertinencia: si quitamos de la cuenta el sistema nervioso y los
sentidos, la envoltura mortal, erramos el cálculo, pues no queda nada."
El Anticristo. Friedrich Nietzsche.
columbraba la prueba de su alto origen, de su divinidad; para hacer
perfecto al hombre se le aconsejó que ocultara en si los sentidos lo
mismo que las tortugas, que suspendiera sus relaciones con los
hombres, que depusiera la envoltura mortal; entonces habría quedado
de él lo principal: el espíritu puro. También sobre este punto pensamos
nosotros mejor; el ser consciente, el espíritu, es considerado por
nosotros precisamente como síntoma de una relativa imperfección del
organismo, como un intentar, un tentar, un fallar; como una fatiga en la
que se gasta inútilmente mucha fuerza nerviosa; nosotros queremos
que una cosa cualquiera pueda ser hecha de modo perfecto hasta
cuando es hecha conscientemente. El espíritu puro es una pura
impertinencia: si quitamos de la cuenta el sistema nervioso y los
sentidos, la envoltura mortal, erramos el cálculo, pues no queda nada."
El Anticristo. Friedrich Nietzsche.